En sendos documentos, la Comisión Histórica del Conflicto y las Víctimas presentan diversas causas de los posibles orígenes del conflicto y su continuidad, mostrando que no es simple decir que exista un único o claro punto de partida; los 12 académicos son reconocidos por sus trabajos en ciencias sociales, y resulta muy llamativo que no haya un economista en este grupo y por lo tanto no se dé una explicación económica del conflicto, o que estos temas queden repasados ligeramente en sus ponencias, pese a que claramente existen razones económicas para el conflicto que vivimos, las cuales son mencionadas por ellos como inequidad, injusticia social y hasta problemas de distribución; más no se vinculó a un economista en el proceso.
No me siento a la altura de estos académicos – mucho de los cuales admiro profundamente, pero creo que puedo aportar una visión complementaria a sus trabajos, en este corto texto de análisis para Portafolio.
Hay tres grandes indicadores socioeconómicos en el país que dan espacio a que se plantee una discusión de políticas sociales: la pobreza, la desigualdad y la redistribución de riqueza y de ingreso, lo cuales son mencionados en las 12 ponencias pero muy poco profundizados.
Hay muchas razones para el desequilibrio de estos indicadores, y una en particular que ha sido muy poco abordada por la literatura y considero conveniente poner en la discusión. En Colombia hay muchos municipios y esto inevitablemente es un generador de desigualdad muy poderoso, ya que los recursos nacionales deben repartirse de una manera ineficiente para solucionar los mismos servicios y derechos sociales en más de mil poblaciones, multiplicando los costos de esto por un número ineficiente debido a la ausencia de economías de escala.
Este proceso de municipalización de Colombia data desde la época de la colonia y es poco abordado por los autores, donde el texto del Padre Aguilar de 1884 resalta visiones poco tradicionales, y donde hace mención al problema de la atomización de pueblos. Al parecer esto surge de los procesos de colonización española, que buscaban los recursos naturales y en particular el famoso “Dorado” y por esto establecen Bogotá como centro de operaciones de las búsquedas en la montaña; situación de lleno las cordilleras de poblados e iglesias, y los llanos orientales quedaron mayormente abandonados. Esta atomización nos llevó a tener un serio problema de cobertura en educación secundaria y superior, ya que los institutos para esto se concentraron en las principales ciudades, causando la consolidación de 7 grandes núcleos urbanos que atraía población de todo el país, por su capacidad industrial, educativa, sistemas de salud, seguridad y oportunidades, ya que el Estado no tenía los recursos ni las capacidades para cubrir con servicios sociales todo el territorio, y más aún cuando se debía hacer más de 800 acueductos para 500 personas cada uno.
Esto se profundizó en el acelerado proceso de urbanización del siglo XX, donde en solo 40 años Colombia pasó de tener una población 30% urbana, a ser un país un país con la población 70% concentrada en las grandes urbes, lo que redujo aún más los recursos y la capacidad estatal para cubrir las necesidades y servicios sociales en el territorio, lo cual sumado a una visión centralista muy fuerte, dejo al campo desamparado y con serias diferencias socioeconómica, como lo observamos hoy al ver que en las zonas urbanas hay una pobreza de 29% y la rural es de 41%.
Esta ausencia de economía de escala, es un fuerte motor para la creación de desigualdad, inequidad y claramente una redistribución ineficiente, ya que muchos campesinos dejaron sus tierras o las vendieron para venir a las ciudades, profundizando el problema de la concentración de la tierra.
Esta distribución desembocó muchos recursos para las grandes urbes, las cuales cada día recibían más personas y se concentraron en producir lo necesario para sostener su demanda, y esto fomento el crecimiento endógeno y sin visión exportadora; adicionalmente, estos pequeños poblados en todo el país, no eran una fuente importante de votos y por lo tanto la clase política dejo a mucho de ellos atrás, causando que el Estado simplemente no estuviera en ellos.
Estas situaciones colaboraron en los alzamientos de las guerrillas de los llanos orientales, el Tolima grande y el eje cafetero, todas zonas agrícolas de importantes extensiones pero con baja densidad poblacional. A lo que diversos grupos de poder reaccionaron con ejércitos privados, bajo las banderas de los partidos, como lo muestra Gustavo Álvarez Gardeazabal en su novela “Cóndores no entierran todos los días”, que dibuja la violencia partidista en estos pequeños municipios donde la ausencia del Estado creo grupos de poder violento que violentaron al país.
Hoy nos avocamos al mismo problema en el texto del Plan de Desarrollo, buscando los recursos para dotar de acueducto y alcantarillado a una gran cantidad de municipios que carecen de él, y el tema del postconflicto se centrará es esos mil municipios y sus veredas, que concentran más del 90% del territorio y sólo el 25% de la población, con pocas oportunidades para establecer economías de escala en los servicios sociales y con enormes distancias por recorrer. Esto llevará a que en algún momento se busque la forma de reducir esta cantidad de municipios o de crear servicios sociales móviles para cubrir estas enormes extensiones, porque mucho del origen de nuestras desigualdades está en que no es fácil montar un sistema educativo, ni de salud, ni de seguridad o justicia para más de 1000 municipios, y por esto debemos visualizar el tema de la densidad poblacional, su historia, dinámica y futuro como un punto fundamental de origen de nuestro conflicto.
Camilo Herrera Mora
Presidente de Raddar
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