Sir Winston Churchill es generalmente considerado uno de los grandes expositores del arte de inspirar a un pueblo a través de sus palabras. Él tenía el convencimiento de que los ingleses responderían a su llamado al sacrificio individual en aras del bien común.
Dijo Churchill en varias ocasiones que nadie debería subestimar a los ingleses, que "ellos no se molestan cuando les dan malas noticias".
Cuando a Adlai Stevenson, candidato a presidente de Estados Unidos en los años cincuenta del siglo pasado, en medio del acontecer de su campaña, una señora se le acercó y le dijo: "Gobernador, todos los norteamericanos pensantes lo respaldan a usted". Él le respondió cínicamente: "eso está bien, pero lo que necesito es una mayoría (para ganar)".
En contraste, recientemente el presidente de General Electric, Jeffrey Inmelt, impecable producto de una carrera profesional en la quizás mejor valorada de las escuelas corporativas, fue duramente castigado por los mercados bursátiles por pretender endulzar los mensajes sobre la evolución de los negocios y por crear falsas expectativas sobre los resultados futuros de su gestión gerencial.
Todos los expertos en la materia coinciden en aceptar el papel que desempeña la psicología de masas en el comportamiento de los agentes de los mercados que componen el entorno económico. Sobre lo que hay un serio desacuerdo es referente a la conveniencia de ser estrictamente veraz sobre el significado de las cifras y sobre su impacto en la gestación de una proyección más o menos optimista del futuro.
En España, ese desacuerdo fue, en parte, el causante de la crisis ministerial en la que Pedro Solbes, generalmente reconocido por su gestión afortunada en el manejo económico, fue retirado de su cargo por el presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, al querer ser un poco 'menos drástico' en la presentación de las opciones que la economía española puede barajar en momentos difíciles.
En Colombia, los gobernantes deben reflexionar sobre cuál debe ser la forma correcta para informarle al pueblo de las opciones con que se cuenta para enfrentar una coyuntura, particularmente crítica en el terreno económico.
Dejar de pensar con el deseo significa mucho, pero no garantiza nada. Sin embargo, algunos estimamos que, en lugar de endulzarle al país sus perspectivas, quizás sea más ajustado al carácter de este pueblo hacerle un llamado para que todos aportemos -en proporción a nuestra capacidad individual- a una empresa colectiva que busque fortalecernos para enfrentar una dura y posiblemente larga época llena de desafíos serios.
Tratar de esconder lo que parece inevitable no es respetuoso con un pueblo que ha demostrado tanta capacidad de lucha para forjase un mejor futuro.
skassint@gmail.com