El reporte hecho por la Comisión Económica para América Latina (Cepal) en la semana que concluye dejó cierto sabor agridulce en una región que ha tenido mejores épocas en años recientes. El motivo es que una vez más la tasa de crecimiento esperada para el 2013 será inferior al 3 por ciento, una cifra que se encuentra por debajo del promedio de la década transcurrida.
Aun así, esta parte del mundo conserva algunos elementos que le permiten mirar la realidad con cierta tranquilidad. Uno de ellos es la persistencia de una tasa de desempleo baja -apenas por encima del 6 por ciento- gracias a la cual los índices de pobreza continúan con su tendencia descendente. Otra es la relativa tranquilidad que tiene en frentes clave como las finanzas públicas, las reservas en divisas o la estabilidad de su sector financiero.
No obstante, el mensaje central de los analistas es que la dinámica observada es menor, por varias razones. Una de ellas es el final del auge en los precios internacionales de los bienes primarios, que constituyen el primer renglón de exportación. Otra es la limitada capacidad de los gobiernos de la zona para emprender programas de gasto, como consecuencia de una relativa estrechez en términos fiscales.
En consecuencia, el mensaje es que hay muchas tareas por hacer, si se quieren sustituir las fuentes de potencia, para que estas tengan como base economías más diversificadas. Mientras esa labor se hace, la expectativa es hacia una ligera mejoría, como lo muestra el pronóstico de crecimiento para el 2014, calculado en un 3,2 por ciento.
En medio de esta situación, Colombia puede darse por bien librada, pues debería ubicarse por encima de la media regional, con un alza superior al 4 por ciento en su Producto Interno Bruto. Pero los mismos consejos que se le dan a Latinoamérica a la hora de conseguir un mejor desempeño aplican para un país que también tiene que romper cuellos de botella y mejorar su competitividad, si aspira a que su futuro sea mucho mejor que su presente.
Ricardo Ávila Pinto
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