Durante la primera parte de la semana que acaba de terminar, la calma parecía regresar en forma paulatina a los mercados internacionales.
De tal manera, los diferentes índices mostraban tendencia a la recuperación, después de las fuertes pérdidas ocurridas en agosto.
Sin embargo, esa sensación fue bruscamente interrumpida ayer.
Todo por cuenta de la evolución del mercado laboral en Estados Unidos, que hace pensar que los temores relativos a un estancamiento en la economía más grande del mundo se están convirtiendo en realidad y que la tan temida recesión puede estar a la vuelta de la esquina.
La causa de esas preocupaciones fue el reporte según el cual la generación de nuevos puestos de trabajo practicamente se detuvo, mientras los analistas esperaban un aumento neto de 60.000 plazas.
Como consecuencia, el desempleo se mantuvo en 9,1 por ciento, que es un nivel muy alto.
Como si eso fuera poco, otros datos confirman la gravedad de la situación. Así, el número de personas que llevan 27 meses o más sin trabajo alcanza los 6 millones, mientras que el tiempo promedio en que un ciudadano dura sin conseguir un empleo es casi de 20 semanas.
Para colmo de males, si a esa fotografía se le agrega la gente que ha buscado ocupación en el último año pero desistió de hacerlo, o la que tiene algo de tiempo parcial a pesar de que desearía un oficio permanente, el índice de desempleo se elevaría a 16,1 por ciento.
Ante lo sucedido, la Casa Blanca sostuvo que es necesario lanzar un plan de acción.
De hecho, se espera que la próxima semana el propio Barack Obama presente varias iniciativas que, para salir adelante, necesitan el concurso del Congreso. El problema es que en medio de la profunda polarización política existente, es poco probable que el Gobierno y la oposición lleguen a un acuerdo.
De hecho, el Partido Republicano aprovechó lo sucedido en el frente laboral para insistir en que es necesario un cambio de poder en Washington, debido a que las estrategias del Ejecutivo no están funcionando.