Ese fue el caso con el muelle nacional del aeropuerto El Dorado, que albergó sus primeros vuelos al finalizar la semana, como parte del que será un proceso gradual que debería tomar al menos seis meses.
De tal manera, no todas las incomodidades desaparecerán de la noche a la mañana. Más de un viajero se quejará de que el avión que usa tuvo que estacionarse en la plataforma, agregándole valiosos minutos a los procesos de embarque y desembarque.
Otros mencionarán que el ruido y el polvo no han desaparecido, sobre todo en la medida en que avanza la demolición del viejo edificio, dado al servicio en 1959.
Más compleja todavía es la percepción de que, acabado de nacer, el nuevo aeropuerto se ha quedado pequeño debido al incremento en el número de vuelos y de viajeros.
Los estimativos de la Aeronáutica Civil hablan de 24 millones de personas este año, un número que debería superar el nivel de 30 millones en un tiempo relativamente corto, si prosiguen las tasas de crecimiento vistas en el pasado reciente.
Debido a esa circunstancia, es indispensable continuar por la senda de las ampliaciones. Afortunadamente, existe un plan maestro con un horizonte de tres décadas, que involucra billonarias inversiones, así como la construcción de más pistas e instalaciones. Aunque en su momento habrá que referirse a proyectos específicos, incluyendo su costo y conveniencia, lo importante es que hay una hoja de ruta, algo destacable en un país que no necesariamente sobresale por su capacidad de planeación en el largo plazo.
En tal sentido, habrá que velar porque la fase actual –que comprende mejoras sustanciales en la operación– sea concluida con éxito el próximo año.
Pero no menos importante es asegurarse de que se tomen las decisiones para que las etapas siguientes se recorran sin prisa, pero sin pausa.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
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