Pocos ponen en duda que el semanario británico The Economist es una de las publicaciones más influyentes del mundo. Con una circulación cercana al millón y medio de ejemplares, la revista cuenta entre sus lectores a líderes de la política, la academia y los negocios.
Por ese motivo, es imposible pasar por alto el especial dedicado a Colombia, que aparece en la edición que comenzó a circular el viernes pasado. El motivo principal de las 12 páginas concentradas en el país es la posibilidad de que el Gobierno y las Farc lleguen a concluir exitosamente las conversaciones de paz que adelantan desde hace cerca de tres años en La Habana.
La importancia del proceso no solo tiene que ver con ponerle punto final a un conflicto que ha dejado como saldo cientos de miles de muertos y millones de desplazados a lo largo de medio siglo. Por tener lugar después de la entrada en vigencia de la Corte Penal Internacional, el esquema y los mecanismos que se definan tienen la posibilidad de convertirse en un modelo que podría ser replicado en otras latitudes.
De especial importancia es el respaldo que recibe el manejo del concepto de justicia transicional. Aceptando que se trata de una píldora difícil de tragar para muchos, lo anunciado en la capital cubana a finales de septiembre es visto como una salida adecuada que no debería ser torpedeada desde afuera.
También hay que destacar los análisis que se hacen con respecto al manejo de las víctimas y el énfasis en los temas de desigualdad. El semanario acoge la tesis expuesta por el Director de Planeación, en el sentido de que hay tres Colombias: una urbana y próspera, otra que va progresando y otra más rezagada, en donde abundan la falta de oportunidades, el atraso y la miseria.
Y hay campo para la economía y la necesidad de un cambio estructural. En general, el mensaje es muy positivo, pero con la advertencia de que nos quedan muchas tareas pendientes.
Ricardo Ávila Pinto
@ravilapinto
