Una de las muchas razones por las cuales fallan, con demasiada frecuencia, las estrategias diplomáticas se encuentra en la poca relación que generalmente se hace con elementos económicos. A Colombia le pasa esto, así como a muchos países más que le dan una visión extremadamente limitada a lo que se entiende por relaciones internacionales, que cada vez menos se limitan a las buenas maneras, a manejar idiomas y a estar al tanto de la coyuntura, especialmente de los Estados que representan o en los cuales ejercen su función.
Se tiene que aceptar, muchas veces con dolor, que es lo económico lo que domina al mundo de hoy. Prueba de ello es el hecho de que se han debilitado algunos de los valores que han servido de base a muchas uniones entre países. Esa ha sido la queja de muchos europeos actualmente, que ven con gran tristeza la reacción negativa de estos pueblos frente a los inmigrantes que provienen de África o del Oriente Medio. Precisamente, por haber vivido los horrores de dos guerras mundiales, con los inmensos costos y heridas que han dejado a través de varias generaciones, se generó en el continente europeo un sentimiento de solidaridad que los ha hecho abanderados de los derechos humanos en el mundo. Sin embargo, hoy su comportamiento frente a esta nueva crisis humanitaria, no parece guiar las reacciones ni de gobiernos ni de amplios sectores de ciudadanos. Preservar la situación económica en estas épocas difíciles parecería ser la prioridad.
Este análisis cruel, pero realista, le ha faltado a Colombia en su búsqueda de apoyo en América Latina, frente a esta absurda expulsión y salida temerosa de colombianos por las decisiones del Gobierno venezolano. Basta con entender un poco más la forma como votaron los países presentes en la Organización de Estados Americanos (OEA), para encontrar la importancia que la economía tiene en las relaciones internacionales, especialmente con los vecinos. Esperar que los países con vínculos económicos claros con Venezuela,como los que se tienen con las islas del Caribe, que solo tomamos en cuenta cuando necesitamos sus votos –la elección de Gaviria a la OEA, por ejemplo– fue, por lo menos, una ingenuidad, en vez de un riesgo calculado. Además, se debía tener por descontado que los miembros del Alba apoyarían a su hermano venezolano y no al gobierno de nuestro país, que, sin duda, consideran de derecha.
Pero miremos abstenciones que sorprendieron, como Brasil. Su voto que, no apoyó la posición colombiana y sí a Venezuela, sorprendió a muchos porque el Partido de los Trabajadores, con el expresidente Lula como su estrella, se las ha arreglado para mantener buenas relaciones con Colombia. No obstante, a la hora de la verdad no solo la cercanía ideológica, sino los intereses comerciales, seguramente, pesaron más que el apoyo a nuestro país frente a las claras violaciones a los derechos humanos de nuestros compatriotas. Cuando Colombia pierde el mercado de Venezuela, Brasil ocupa este espacio.
República Dominicana, país, que durante los periodos del presidente Leonel Fernández, apoyó a Colombia en temas de relaciones con naciones vecinas, en esta ocasión votó a favor de Venezuela. Para no mencionar Panamá, cuyos argumentos para su abstención no convencieron a las autoridades colombianas.
Pero un análisis que no se ha hecho se refiere a los votos de nuestros socios de la Alianza del Pacífico, nuestro más reciente desarrollo de uniones con países latinoamericanos. México, Perú y Chile, que conforman con Colombia la mencionada alianza, no dudaron en apoyar la posición colombiana. No es sino mirar unas cuantas cifras para entender mejor su solidaridad con nuestro país, sin negar la sensibilidad ante una crisis humanitaria como la que vivimos actualmente en las fronteras con Venezuela.
Al revisar los argumentos que se planearon para sustentar está unión de esos cuatro países, queda en evidencia la importancia de su relación económica. El PIB de los países miembros de la Alianza del Pacífico reunió en el 2014 el 38 por ciento del PIB total de América Latina. A su vez, estas naciones suman aproximadamente el 50 por ciento del comercio exterior de la región, y el 47 por ciento del total de flujos de inversión extranjera directa de América Latina y el Caribe. Asimismo, en el 2014 tenían una población de 216 millones, atrajeron 35 millones de turistas, exportaron 540 millones de dólares, e importaron 554 millones de dólares.
Además de ser reconocidos como democracias imperfectas, estos países –según el Economist– tienen razones de peso para no destruir una alianza que representa un amplio mercado con grandes posibilidades en el futuro, que cada vez se vislumbra más en Asia.
La conclusión de esta reflexión es que, cada día más las relaciones globales trascienden los esquemas tradicionales. Más aún, cuando en este mundo de hoy, que no logra mantener una tendencia de crecimiento económico positiva, tiene la presión de reducir significativamente las desigualdades que sufren amplios sectores del mundo. Detrás del voto de la OEA, es evidente que intereses económicos y políticos son los que explican cómo frente a un caso de clara violación de normas internacionales, nuestro país no logró la expresión de apoyo que buscaba entre los países de la región latinoamericana. ¿Será que está lección quedó aprendida?
Cecilia López Montaño
Exministra – Exsenadora