No es suficiente para hacer sonar las alarmas, pero es indudable que el comportamiento de la confianza del consumidor en agosto, lleva a que se prenda una luz amarilla en el tablero de control de la economía. El motivo es que el índice que elabora Fedesarrollo experimentó un retroceso notorio, el cual sugiere que la oleada de optimismo que experimentó el país al cierre del primer semestre, acabó siendo de corta duración.
De acuerdo con el informe, tanto el balance de las condiciones económicas actuales, como de las expectativas, muestra una apreciación más oscura. Las cifras todavía superan con creces a las del 2017, pero el quiebre en la tendencia de recuperación es claro.
La mayoría del terreno perdido corresponde a lo que se conoce como la valoración del país. Tal parece que el entusiasmo que ocasionó el cambio de mando en la Presidencia de la República y el arranque de un nuevo gobierno fue de corta duración, con lo cual la visión colectiva sobre el estado de las cosas se deteriora. En contraste, la apreciación de la realidad a nivel individual o familiar es mucho menos ácida, aunque también bajó.
Es imposible decir que los vientos pesimistas estén restringidos a una sola ciudad o un estrato socioeconómico en particular. En general, el deterioro podría calificarse de generalizado, si bien son más los datos en positivo que las cifras en rojo.
Por otra parte, suena curioso que la disposición a adquirir vehículo o vivienda disminuyó, pero que la de compra de bienes muebles o electrodomésticos subió. La aprehensión frente a obligaciones de largo plazo es mayor, aunque se debe insistir en que la fotografía resulta muy diferente a la del año pasado.
No obstante, es probable que el anuncio de impuestos más elevados haya golpeado el ánimo de los consumidores. La pregunta es si en lugar de un alza importante en la demanda interna, viene una actitud más cauta a la hora de hacer compras. Esa respuesta es clave para el crecimiento económico en estos meses.