El hecho de que el dólar se esté acercando otra vez en Colombia al nivel simbólico de 3.200 pesos ha llevado a más de un observador a concluir que fenómenos internos, como la minga indígena o el debate en torno a las objeciones presidenciales a la ley de la Jurisdicción Especial para la Paz, son los que explican la devaluación de la moneda nacional. A fin de cuentas, en apenas una semana el billete verde se apreció en más de 2 por ciento.
Sin embargo, una mirada más tranquila muestra que la evolución del mercado cambiario local no se diferencia mucho de lo que se ve en otras economías de la región. Y es que a lo largo de América Latina, la divisa estadounidense viene fortaleciéndose.
Como usualmente ocurre en estos casos, no hay una sola explicación que permita entender lo sucedido, sino una serie de eventos. Para comenzar, están los temores con respecto a una recesión mundial, cuya base son las señales mediocres provenientes del hemisferio norte. Debido a ello, los inversionistas buscan refugios seguros, lo cual hace que salgan capitales de las economías emergentes.
Aparte de lo anterior, no queda más que reconocer que los problemas del vecindario vienen en aumento. Brasil, la nación más grande del área, registra un alza de los riesgos políticos tras el arresto del expresidente Michel Temer, por cuenta de los escándalos de corrupción. A su vez, en México aumenta la inquietud por las decisiones populistas de Andrés Manuel López Obrador. No menos preocupante es lo que pasa en Argentina, en donde el peso otra vez cae en picada, en medio de la carrera por la presidencia de la república. Hasta Perú está en dificultades, debido a los líos del gobierno de Martín Vizcarra.
Y de vuelta a Colombia, el petróleo –que es su principal producto de exportación– dejó de subir y se ubica en cercanías de los 68 dólares por barril de la variedad Brent. Aunque aceptable, ese valor es inferior en 2,6 por ciento al de la misma época del 2018. Por eso, el entorno global juega en contra.