Tras la desilusión de diciembre, cuando el Índice de Precios al Consumidor tuvo un alza mayor a la que esperaban los expertos, las expectativas con respecto a la medición de enero eran grandes. Y esta vez las cosas salieron a pedir de boca, pues la inflación en Colombia quedó cómodamente dentro del rango establecido como meta por el Banco de la República, según lo reportó el Dane el lunes.
De acuerdo con la entidad, el alza en la canasta familiar va en 3,68 por ciento anual, con lo cual podría decirse que la carestía ha retornado al cauce anhelado por las autoridades. A la luz de lo sucedido es posible afirmar que la apuesta hecha por el Emisor cuando recortó su tasa de interés días atrás, fue correcta.
Sin embargo, en medio del alivio de unos y otros, vale la pena señalar que no todas las luces en el tablero de control inflacionario han cambiado al color esperado. El motivo es que cuando se excluyen los alimentos de la cuenta, salta a la vista que hay problemas en algunas áreas. Y es que una cosa son los promedios y otra los comportamientos individuales.
En particular, hay inquietud por la evolución de los precios del grupo de regulados, que muestra un crecimiento anual del 5,27 por ciento, el cual abarca a la gasolina y las tarifas de servicios públicos, entre otros. Los combustibles han subido 7,8 por ciento anual, debido al comportamiento de las cotizaciones internacionales del petróleo, al tiempo que acueducto, alcantarillado y aseo lo hacen en más de 7 y telefonía en 5,49 por ciento.
Por su parte, el segmento de los no transables –en el que se incluyen bienes o servicios que no están expuestos a la competencia venida de afuera– asciende 5,37 por ciento. Las matrículas educativas pesan mucho, aunque las causas son múltiples y exigen una mirada detallada de más de un ministerio.
Así las cosas, el año comenzó con el pie derecho y las expectativas son favorables en lo que atañe a los precios, pero hay que mantener la rienda corta. Solo así se evitarán las sorpresas desagradables.