No fueron pocas las caras de satisfacción ayer, después de que el petróleo se mantuvo estable por encima de la marca de 70 dólares por barril, en el caso de la variedad Brent. Los diferentes productores hicieron cuentas de lo que este inesperado repunte les va a representar, especialmente si las cotizaciones siguen en niveles similares al señalado.
Sin embargo, en medio del entusiasmo de aquellos que pronostican que a final de año estaremos cerca de los 80 dólares por barril, se escuchan las voces que piden moderación. El motivo es que no se necesita ser un especialista en el tema para darse cuenta de que el negocio pinta mucho mejor que antes, lo cual atrae a muchas más compañías al mismo.
En concreto, la gran preocupación es que la producción de crudo en Estados Unidos mediante el uso de técnicas no convencionales como el conocido fracking, vuelva a dispararse. Si de algo sirvió la crisis reciente, es que las operaciones que sobrevivieron mejoraron su eficiencia, lo cual se traduce en un punto de equilibrio más bajo.
Por tal motivo, hay un verdadero auge de inversiones orientado a aprovechar una realidad favorable. De hecho, el departamento de Energía estadounidense proyecta que para el 2019, el bombeo allí llegaría a 11 millones de barriles diarios, unos dos millones más que en el 2017. Esa capacidad extra puede volver a alterar el mercado de manera importante.
Y aunque es verdad que el consumo global sube y que otros campos en diferentes puntos del globo están en plena declinación, la experiencia reciente sugiere que entre más se disparen los precios, mayor será la corrección que estos tengan en el futuro. Ello explica las declaraciones de varios integrantes de la Opep, que preferirían que el valor del crudo se quede cerca de los 60 dólares por barril.
Más allá de lo que suceda, el mensaje de fondo es que la fiesta no durará para siempre. Lo que importa es ser un productor de bajo costo, algo en lo cual Colombia necesita seguir empeñándose de ahora en adelante.