Un par de visiones distintas para una misma Colombia. Así podría resumirse lo sucedido ayer cuando dos de las firmas calificadoras de riesgo más importantes del planeta emitieron conceptos disímiles con respecto a la economía nacional. Dependiendo del texto que se lea, la reacción es de tranquilidad o alarma.
El parte de calma lo envió Moody’s que, aparte de mantener la nota que reciben los papeles de deuda pública, cambió la perspectiva de negativa a estable. Para los conocedores del asunto, eso quiere decir que nos quitaron una especie de matrícula condicional. La razón es que la combinación de más crecimiento y la expectativa de cumplir con las metas de déficit fiscal este año, alejan varios temores.
Adicionalmente, la entidad cree que el modelo impulsado por la administración Duque, el cual incluye bajarles las cargas tributarias a las personas jurídicas y combatir la evasión, debería mostrar resultados positivos. A su vez, estamos alineados con los parámetros de medición de aquellos países que están en el mismo grupo de Colombia.
Otra cosa es la que piensa Fitch Ratings, cuya movida fue al contrario. Si bien la calificación es la misma de antes, en este caso la perspectiva pasó de estable a negativa. El tono pesimista del comunicado es innegable y responde “al debilitamiento en la credibilidad de la política fiscal y el riesgo incremental de desequilibrios externos”.
Parte de la justificación de esos señalamientos nace de la Ley de Financiamiento aprobada por el Congreso en diciembre. De acuerdo con la firma neoyorquina, los ingresos gubernamentales tendrán una caída neta que no podrá ser compensada por los esfuerzos de la Dian. Más allá de que la brecha fiscal se cubra con recursos de privatizaciones, la sostenibilidad de las finanzas públicas está en duda.
¿Cuál visión es la correcta? Solo el tiempo lo dirá. Por ahora, lo único claro es que hay discrepancias profundas con respecto a la senda futura de la economía colombiana. Y eso es otro motivo de incertidumbre.