En Colombia, la noticia fue la nueva descolgada del dólar, ahora más cerca de romper el piso simbólico de los 2.800 pesos. Sin embargo, en el mundo los analistas le prestaron más atención al repunte adicional de los precios del petróleo, que se ubicó holgadamente por encima de los 70 dólares el barril, en el caso de la variedad Brent.
La senda alcista de los hidrocarburos es la que explica lo sucedido con la tasa de cambio, pero el punto de fondo es que otra vez aumentan de tono las voces de quienes pronostican un primer semestre de crudo caro. Los partidarios de ese punto de vista señalan que los inventarios llevan diez semanas de caídas consecutivas, no solo por cuenta del fuerte invierno que ha azotado al hemisferio norte, sino por la reactivación de las economías más ricas.
Puesto de otra manera, la impresión entre algunos es que hay un escenario de demanda mucho más vigoroso del que se creía. Ayer en Davos, el ministro de Energía, Industria y Recursos Minerales de Arabia Saudita, Khalid Al-Falih sostuvo que el mundo está cerca de llegar a 100 millones de barriles diarios de consumo, un punto que en algún momento los expertos consideraron imposible de lograr.
Si ese es el caso, el impacto del repunte en la producción de Estados Unidos, por cuenta del uso de técnicas de extracción de petróleo no convencionales, como el conocido fracking, no ocasionaría un bajón demasiado fuerte en las cotizaciones. A fin de cuentas, el aumento previsto en Norteamérica se compensaría con la declinación observada en México, debido al agotamiento de sus yacimientos y la caída de Venezuela, atribuible a una pérdida de eficiencia que la tiene por debajo de los dos millones de barriles diarios.
Y aunque es obligatorio tomar todos los pronósticos con beneficio de inventario -sobre todo si se trata de una parte interesada-, lo importante es que el mercado considera que todavía no ha llegado al equilibrio, lo cual se sentirá en los precios. Colombia, que gana en esta realidad, debería tomar nota.