Nadie esperaba algo diferente. Debido a ello, no hubo sorpresas ayer cuando el Banco de la República informó que la tasa de interés que les cobra a los intermediarios financieros, por darles liquidez temporal, seguirá en el 4,25 por ciento anual hasta nueva orden. La determinación contó con el respaldo unánime de los integrantes de la junta directiva de la entidad, que no ve grandes nubarrones en el horizonte cercano.
El motivo es que la inflación cerró el 2018 muy cerca del punto medio del rango fijado como meta por el Emisor. Si bien el fenómeno del Niño está presente, todo indica que su intensidad será moderada, lo cual no debería afectar los precios de los alimentos.
De otra parte, las señales disponibles sugieren que el consumo de los hogares colombianos mejoró a finales del año pasado. Para el 2019, el pronóstico del Banco habla de un crecimiento económico cercano al 3,5 por ciento, que está por encima de la apuesta del Fondo Monetario Internacional y de paso confirmaría que hay una aceleración en marcha.
Lo anterior no desconoce algunos riesgos. Uno de los más notorios es el entorno global, que ahora se ve menos dinámico. Tampoco hay grandes esperanzas en la cotización de los hidrocarburos que sigue por debajo del promedio reciente, así esta se haya recuperado. Ello influirá en que el déficit externo del país muestre tendencia al alza.
También es importante la disminución de la presión cambiaria. Aparte de que el peso ha ganado algo de terreno frente al dólar, la prima de riesgo de los bonos públicos viene disminuyendo, lo cual que sugiere que el apetito de los inversionistas por los papeles de las economías emergentes sigue existiendo.
Así las cosas, hay un parte de relativa tranquilidad que se debería extender a lo largo del trimestre. Más allá de las incógnitas en torno a la guerra comercial entre Estados Unidos y China o la suerte del Brexit, la percepción sobre la salud de la economía colombiana es aceptable. El reto consiste en que no varíe.