Ni los mensajes internacionales ni las protestas de la oposición desviaron a Nicolás Maduro en su propósito de celebrar las elecciones del domingo pasado, en las que fueron escogidos 545 integrantes de una asamblea constituyente calificada como ilegítima por una docena de gobiernos extranjeros.
A pesar del tono de celebración del inquilino del Palacio de Miraflores, la impresión que muchos comparten es la de un fraude generalizado que incluyó inflar el número de votantes. Las imágenes sobre la escasa participación son elocuentes, tanto como las fuertes confrontaciones en diversas ciudades venezolanas que dejaron un saldo luctuoso de 16 personas muertas.
Ahora, la pregunta que se hacen los observadores es qué sigue para el país vecino. Aunque es imposible predecir el futuro, todo apunta a una mayor polarización, con nuevos episodios de violencia protagonizada por las tendencias más radicales de cada lado.
Quien lo dude no tiene más que registrar los ataques armados, cada vez más descarados y abiertos, de los tenebrosos colectivos que imponen su voluntad a sangre y fuego. A su vez, atentados como el que sufrió una columna policial en el área de Altamira, en Caracas, hacen pensar que puede venir un escalamiento en ese frente, una posibilidad que puede usarse como excusa para reprimir con más dureza a los antagonistas del régimen, dándole impulso a un deplorable círculo vicioso.
Mientras esa probabilidad aumenta, la mayoría de la población sigue abandonada a su suerte, con excepción de aquella que cuenta con el respaldo oficial que se traduce en acceso a alimentos a precios subsidiados. Debido a esa realidad, es predecible que males como hiperinflación, escasez e inseguridad sigan su marcha, sin que el alivio llegue, por lo menos en el corto plazo.
Para los que pueden, emigrar será una opción, aunque la alternativa de hacerlo por vía aérea cada vez es menor. Los demás estarán expuestos a sufrir las arbitrariedades de un sistema más radicalizado, cuyos dirigentes parecen haber quemado las naves que habrían llevado a una salida negociada y pacífica.
Con el fin de que el peor escenario no se concrete, hay que mantener la presión. En esa materia, la comunidad internacional es clave, con el fin de decirle a Maduro y a sus socios que no se saldrán con la suya. Y que tarde o temprano les llegará la cuenta de cobro.
brújula
Que la presión no disminuya
Ni los mensajes internacionales ni las protestas de la oposición desviaron a Nicolás Maduro en su propósito.
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Ricardo Ávila
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