Mientras en Colombia las actividades diarias se vieron afectadas por una nueva jornada de marchas que entorpecieron la movilidad y el normal desarrollo de los negocios, en otras latitudes también se notó la tensión en el ambiente. Ese es el caso de Gran Bretaña, en donde el gobierno de la primera ministra Theresa May lucha por su supervivencia, después de haber definido una senda para el brexit, el divorcio de la Unión Europea.
Y es que tras largos meses de idas y venidas, Londres llegó a un acuerdo con Bruselas que permitiría minimizar los riesgos de un rompimiento. El problema es que los términos cayeron mal dentro de su propio partido, que podría llegar a quitarle el apoyo.
Eso es lo que se desprende de las renuncias ministeriales sucedidas en la víspera y el avance de la línea dura, representada por quienes prefieren un choque con el bloque comunitario. Y es que las posiciones son encontradas con respecto a las preferencias comerciales, el trato que recibiría Irlanda del Norte y la política migratoria. Mientras el número 10 de Downing Street afirma que consiguió el mejor acuerdo posible, sus críticos hablan de un sacrificio de la soberanía británica.
Debido a ello, no es impensable una confrontación que derive en un limbo y eventualmente en una nueva convocatoria de elecciones. Dada la polarización observada, más de un estudioso del asunto considera que habrá que volver a consultar a la ciudadanía para que sea esta la que asuma la responsabilidad de una determinación en un sentido o el otro.
En el intermedio, la volatilidad es la constante en los mercados. Así lo atestiguan los altibajos de la libra esterlina, que refleja la inmensa incertidumbre política, la misma que tardará semanas en resolverse.
Y aunque bien dice el refrán, ‘mal de muchos, consuelo de tontos’, más de un colombiano notará que en la cuna de la democracia parlamentaria encontrar salidas consensuadas no es fácil. Puesto de otra manera, si por acá llueve, por allá no escampa.