De vez en cuando existen noticias que parecen inexorables, pero que a último momento no es necesario publicar porque los hechos toman un curso diferente al previsto. Ese es el caso de la huelga en el Cerrejón, que acabó siendo evitada ayer, después de que los trabajadores de la empresa –dedicada a la extracción de carbón– y la administración de la misma llegaron a un acuerdo amistoso, pocas horas antes del tiempo límite.
Por cuenta del humo blanco, ya no se repetirá la historia del 2013, cuando las actividades en la mina estuvieron paralizadas durante 32 días. La prensa de la época mencionó que las pérdidas para la economía de la región se acercaron a los 173.000 millones de pesos y se dejaron de exportar más de tres millones de toneladas del mineral, que es usado como insumo para la generación de electricidad.
En esta oportunidad, el daño potencial se estimó en casi diez mil millones de pesos diarios, correspondientes a salarios en veremos, giros que no se le habrían hecho a los contratistas e impuestos nacionales y locales liquidados con una base tributaria menor. Nada de eso ocurrió y las actividades usuales en La Guajira seguirán sin alteración, tal como ha sido el caso en los últimos cinco años.
Saber que no habrá sobresaltos en un frente tan crucial, es una buena nueva para la economía. Basta recordar que el renglón de hulla, coque y briquetas registró exportaciones por 7.390 millones de dólares en el 2017, con un alza del 59 por ciento frente al año inmediatamente anterior. Es verdad que el peso de los hidrocarburos en las ventas externas es mayor, pero el segmento más dinámico fue este.
Mantener el acelerador a fondo es crucial, pues la ventana del carbón se cierra de manera paulatina. La coyuntura de precios es buena y los pedidos fuertes, pero basta con leer la prensa internacional para darse cuenta de que la demanda del producto tiende a disminuir, en la medida en que la generación de energía de fuentes renovables sube. Por ese motivo, un paro habría sido tan costoso.