Esta vez los analistas se quedaron cortos. Justo cuando los expertos hablaban de que el comportamiento del Índice de Precios al Consumidor en Colombia se mantendría en la línea de la moderación, abril vino con una sorpresa alcista, que en todo caso no alcanza a ser un baldado de agua fría. Según lo informó el Dane el sábado, la inflación llegó a medio punto porcentual el mes pasado, con lo que el acumulado del 2019 queda en 3,25 por ciento.
La causa del desfase de los especialistas fue primordialmente el capítulo de alimentos y bebidas no alcohólicas, que tiene un peso del 15 por ciento en la canasta familiar. A pesar de que el fenómeno de ‘El Niño’ acabó siendo de orden menor, la comida subió 1,07 por ciento, por encima de lo que se esperaba.
En concreto, papas, plátanos tomates y hortalizas y legumbres frescas les costaron más a los consumidores. Factores asociados al ciclo agrícola y al paro que protagonizaron varias comunidades indígenas en el sur del país, junto con la llegada de la Semana Santa, explican lo sucedido. De otro lado, también hubo incrementos en las tarifas de electricidad, los arriendos, los servicios de comunicación y las comidas fuera del hogar.
Ante lo ocurrido, la reacción de los mercados debería ser tranquila. Más allá del desfase en las apuestas, el ritmo inflacionario todavía está dentro del rango de largo plazo establecido por el Banco de la República. Con algo de suerte, mayo y junio pueden traer correcciones que aplanen la curva.
Bajo esa perspectiva, la tasa de interés que maneja el Emisor y se mantiene en 4,25 por ciento anual desde hace un año, permanecería constante. Esa es una buena noticia para los usuarios del crédito, cuyo servicio de deuda no tendría variaciones significativas.
Debido a ello, el equipo económico puede concentrar sus energías en asegurar que la dinámica productiva sea mayor, algo crucial dado el aumento del desempleo. Esa tarea se suma a la de examinar el panorama fiscal que dista de ser despejado, especialmente del 2020 en adelante. Pero al menos reconforta saber que la carestía no es un dolor de cabeza.
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