El promedio de los cálculos de los analistas era ligeramente más elevado. Aun así, no faltaron las expresiones de sorpresa cuando el Dane informó el sábado pasado que la variación del Índice de Precios al Consumidor durante octubre llegó a 0,12 por ciento, superando con creces el registro correspondiente al mismo mes del 2017. Como consecuencia, la inflación anual quedó en 3,33 por ciento, y sigue dentro del rango fijado como meta por el Banco de la República.
A pesar de la aceleración que se ha visto en las dos mediciones más recientes, los expertos consideran que la situación sigue bajo control. Todo apunta a que el año cierre en 3,4 por ciento o en un nivel muy cercano.
Si bien no deberían presentarse dolores de cabeza en el corto plazo, hay inquietudes un poco más adelante. De un lado, el aumento en la tasa de devaluación puede incidir sobre el costo de los bienes importados, justo cuando llega la temporada navideña. Del otro, la probabilidad de un fenómeno de ‘El Niño’ está en 90 por ciento. Una disminución abrupta en el régimen de lluvias golpearía el rendimiento de las cosechas y podría llevar a alzas inesperadas en el segmento de alimentos.
Junto a lo anterior, hay urgencias más inmediatas. Quienes examinan con cuidado las cifras, no dejan de sorprenderse de que el capítulo de regulados muestre un incremento anual del 6,41 por ciento. En esta categoría se encuentran gas, energía eléctrica, acueducto, combustibles y transporte público, en sus diferente modalidades.
Sin lugar a dudas, el mayor precio de los combustibles influye sobre este comportamiento. Pero, a decir verdad, la mezcla de gas y servicios públicos, que suben en cerca del 7 por ciento anual, es la de mayor cuota de responsabilidad. Debido a ello, las autoridades están en mora de examinar las causas precisas de lo que sucede. Y es que la probabilidad de que aquí se le esté echando leña al fuego, sustenta anticiparse con tiempo y no cuando la inflación vuelva a ser un dolor de cabeza.
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