Durante unas breves horas parecía que todo se había solucionado. Esa fue la impresión entre los observadores, después de que en la noche del pasado jueves el Gobierno convocó un tribunal de arbitramento, con base en lo que dicen la ley y el artículo 452 del Código Sustantivo del Trabajo, para darle un salida a la huelga de los pilotos de Acdac, la cual ha afectado a más de 200.000 usuarios de Avianca.
Sin embargo, nadie contaba con que una figura de obligatorio cumplimiento fuera desacatada por una de las partes. Eso fue lo que ocurrió el jueves, cuando el sindicato de aviadores señaló que no compartía la determinación, ante lo cual el cese de actividades prosigue. Debido a ello, la normalización de las operaciones de la aerolínea sigue en veremos. Es de suponer que la justicia acabará pronunciándose en algún momento, con el fin de cortar un nudo gordiano cada vez más enredado, ante la actitud de poner en duda la aplicación de una ley.
Mientras tanto, los viajeros deberán acomodarse a las restricciones. La menor oferta de vuelos significa que la llegada de la semana de receso en universidades y colegios no tendrá el alza en los índices de ocupación que anhelaba el ramo hotelero, como tampoco un empuje a los ingresos que perciban otras actividades asociadas al turismo.
En cuanto a las finanzas de la empresa, los analistas han reaccionado con calma. Si bien las pérdidas superarían el millón de dólares diarios, la acción no ha retrocedido en su cotización ante la creencia de que la parálisis sería temporal. A su vez, las firmas calificadores de riesgo no han variado la nota que reciben los papeles de la firma.
Lo anterior, claro está, no minimiza los perjuicios dejados por una huelga cuyo costo global no solo se expresa en los resultados de un balance. Y es que resulta imposible ponerle números a los encuentros cancelados o las citas perdidas en una situación en la cual los justos pagan por los pecadores.