La reunión de la junta del Banco de la República, sucedida el viernes, tuvo como nota destacada algo inusual. Así podría describirse la despedida de Mauricio Cárdenas de sus colegas en ese cuerpo directivo. Como es sabido, tras casi seis años, este dejará el cargo de Ministro de Hacienda el 7 de agosto que viene, para ser reemplazado por Alberto Carrasquilla.
Es de imaginar que la cita en cuestión sirvió para recordar anécdotas y desafíos. Hechos tan complejos como el ascenso que tuvo la inflación a mediados del 2016, o la propia revaluación del peso en tiempos de bonanza petrolera, les exigieron a las autoridades monetarias hacer uso de diferentes instrumentos para mantener las cosas bajo control.
Esos momentos de tensión, contrastan con la relativa calma que se vive por estas fechas. Ningún analista esperaba que el Emisor fuera a tocar la tasa de interés que les cobra a las entidades financieras por darles liquidez temporal, pues todas las señales apuntan a que el aumento del Índice de Precios al Consumidor se mantendrá este año entre los parámetros establecidos.
Por otra parte, el comunicado expedido tras la cita mensual registró que el crecimiento de los principales socios comerciales de Colombia es dinámico y que las cotizaciones de los hidrocarburos superan con creces los promedios de los dos años previos al actual. Debido a esos factores, los ingresos externos del país se han comportado bien, lo cual explica cierta estabilidad en la tasa de cambio.
Al mismo tiempo, el Banco ratificó su proyección sobre la expansión que debería tener la economía en el 2018: 2,7 por ciento. Si bien esa cifra supera la del año pasado, todavía nos mantenemos en un carril de velocidad lento. No de otra manera puede interpretarse la aseveración de que “persiste la subutilización de la capacidad productiva”.
Los especialistas tomarán nota de la frase según la cual el déficit externo tendrá un ajuste más lento que el calculado meses atrás. En tiempos de mayor estrechez en los mercados financieros internacionales, la advertencia no debería caer en saco roto, sobre todo en el de Carrasquilla.