Hay evidencias que son difíciles de negar. Una de ellas es el buen comportamiento del sector turístico en Colombia, que, en contraste con las inquietudes palpables en múltiples actividades, mira el futuro con una dosis de optimismo. Prueba de lo anterior es el dinamismo de la vitrina de Anato que comienza mañana en Bogotá y que registra máximos históricos, tanto en el número de expositores como de personas registradas para los eventos que comprenden ruedas de negocios y conferencias.
Las cifras disponibles hablan por sí solas. La tasa de ocupación hotelera en el 2016 llegó al 56 por ciento, un nuevo récord. Ese dato es especialmente significativo cuando se tiene en cuenta que en los últimos seis años se incorporaron 35.516 habitaciones nuevas en el país, aparte de las 15.543 remodeladas. De acuerdo con el Ministerio del ramo, la inversión en ese lapso fue de 4,5 billones de pesos.
'Aunque parte de la opinión desdeña el tema, las posibilidades que se nos abren con el fin del conflicto interno son enormes'
COMPARTIR EN TWITTERParte del dinamismo responde a los viajeros nacionales, cuyas preferencias han variado por cuenta de la devaluación del peso. No obstante, los análisis coinciden en que son los visitantes internacionales el principal motor de un auge muy significativo, estimulados por diferentes circunstancias que comprenden mejoras apreciables en la conectividad aérea.
Según las cifras oficiales, el año pasado llegaron al país casi cinco millones de personas, de las cuales unas tres quintas partes arribó por avión. Los ingresos de divisas por turismo habrían superado, con creces, los 5.251 millones de dólares registrados en el 2015, con lo cual parecería fácil de lograr la meta oficial de pasar de los 6.000 millones en el 2018.
A lo anterior hay que agregarle el impacto del segmento sobre el empleo. El Gobierno habla de 1,8 millones de puestos de trabajo atribuibles al capítulo de restaurantes y hoteles al cierre del año antepasado, 17 por ciento más que en el 2010.
Tales logros, sin embargo, palidecen ante las posibilidades de aumentar en las mediciones asociadas al desarrollo de este renglón. Para comenzar, todavía nos encontramos a una considerable distancia de otros destinos regionales como Brasil o Perú, para no hablar de México, cuyo liderazgo es incuestionable. La variedad de climas y paisajes o la diversidad cultural que nos caracteriza es un poderoso argumento para atraer a cada vez más gente.
Y aunque una parte importante de la opinión desdeña el tema, las posibilidades que se abren con la terminación del conflicto interno son enormes. El entusiasmo entre operadores es palpable, pues el interés del público extranjero es mayor, aparte de las nuevas líneas de negocio que se podrían abrir.
Un ejemplo específico de las oportunidades que aparecen es el avistamiento de aves, para el cual contamos con una ventaja inigualable: la presencia de 1.900 especies de pájaros, el 20 por ciento de las que hay en el planeta. El ramo, solo en Estados Unidos, mueve 32.000 millones de dólares año, y naciones como Perú han especializado parte de su oferta en este capítulo.
Aunque las comparaciones son odiosas, la riqueza con la que contamos supera incluso a la de nuestros vecinos con territorios amazónicos. No hay duda de que si se dejan atrás los problemas de orden público en las zonas de mayor potencial, nos podríamos quedar con una parte importante de la torta.
Concretar esas posibilidades requiere de mucho trabajo. Aparte de la construcción de la infraestructura vial y hotelera, es necesario subir los estándares de servicio. Mención aparte merece la seguridad, pues la presencia de la delincuencia común exige la respuesta contundente de las autoridades para evitar episodios recientes como el del atraco masivo en Taganga, o los petardos, producto de la demencia terrorista en Bogotá.
Por tal motivo, no queda más que redoblar esfuerzos. Si hacemos las cosas bien, el turismo será, de manera creciente, fuente de empleo y motor de progreso a lo largo y ancho del territorio nacional