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Ricardo Santamaría

Colombia, perdona

Ricardo Santamaría
POR:
Ricardo Santamaría

Cada día aparecen en el país nuevos episodios de perdón que inspiran a una nación entera a tomar el camino de la reconciliación. El último fue el de María Carolina Hoyos, la hija de Diana Turbay, que mirando a los ojos a John Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’, le dijo: “Mi hermanito y yo lo perdonamos, yo lo perdono, nuestra familia tomó la opción del perdón desde el corazón…”.

María Carolina no estaba frente a cualquier persona, sino en un cara a cara con quien fuera el jefe de sicarios de Pablo Escobar y su mano derecha en el llamado ‘Cartel de Medellín’. Su madre, Diana Turbay, murió en un fallido operativo de rescate luego de que fuera secuestrada por Escobar para presionar al Gobierno en la no extradición de colombianos a Estados Unidos por delitos de narcotráfico.

Lo paradógico es que Diana fue secuestrada creyendo que estaba haciendo una gestión de paz para ayudar en los diálogos con el ELN, como lo había hecho con el M-19. Su legado para todos los colombianos es la búsqueda de la reconciliación a través del diálogo civilizado.

Las palabras y actitud de María Carolina nos enseñan que el perdón no significa validar lo que el otro hizo, sino liberarnos del sufrimiento y las consecuencias de este hecho en nuestras vidas para seguir adelante. El perdón no cambia el pasado, pero sí nos ofrece un futuro mejor. Perdonar es una acto afirmativo, valiente y audaz frente a nosotros mismos para no cargar culpas y odios que nos aprisionan y nos impiden ser felices. El perdón es una reafirmación de nuestro poder para conducir nuestras vidas en sentido positivo.

La consecuencia del perdón en una sociedad como la colombiana es que interrumpe el ciclo de la venganza. No solo nos libera como personas, sino que contribuye a la transformación de la sociedad hacia la reconciliación, porque detiene lo que alimenta el conflicto, que es la revancha. Y crea el círculo virtuoso contrario, el de la reconciliación: un acto de perdón inspira otro y así se crea una cadena que le abre espacio a la paz. El camino de la paz está lleno de perdones.

El perdón funciona como lo hizo María Carolina: sin condiciones ni contraprestaciones, diferente a conocer la verdad de lo ocurrido. Y es así porque no es una transacción. Beneficia al que lo da y a toda la sociedad. Es el acto de seres humanos libres y conscientes de que quieren seguir adelante con sus vidas, a pesar del dolor y sufrimiento que llevan encima. Lo que ella quiso saber en ese encuentro es cómo fueron sus últimos días y porque la secuestraron. Escuchó en silencio y al final, con el corazón en la mano, le dijo que ella y su familia ya habían tomado el camino del perdón.

María Carolina y su familia nos inspiran en el camino de construir la paz de Colombia sobre bases sólidas. Verdad y perdón son necesarias. Justicia también.

Poco a poco, pero de manera firme, se abre paso en Colombia el fin del conflicto. Y cuando ello ocurra, construir la paz estable y duradera será compromiso y responsabilidad de cada colombiano. Y tendrán que venir más perdones como el de María Carolina y su familia, el de Alan Jara, Constanza Turbay Cote, y todos los que se han dado en los últimos meses como parte del proceso de conversaciones en La Habana.

Precisamente, en uno de esos encuentros con sus victimarios, una de las víctimas dijo: “si nosotros los afectados por la violencia damos un paso determinante, ¿por qué no ha de perdonar el resto de Colombia?”.

Ricardo Santamaría
Analista
risasa1960@gmail.com
 

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