Las recientes elecciones presidenciales en Perú, son un espejo para Colombia. Dos características saltan a la vista: fuerte polarización entre izquierda y derecha, y muchos candidatos en disputa.
Estos son los números de la primera vuelta: 14,5 millones de votos distribuidos en 18 candidatos, apenas seis de los cuales sacaron más de un millón de sufragios. Ante tal dispersión de candidatos, Castillo y Keiko, los representantes de la izquierda y la derecha, pasaron a segunda vuelta con el 18 y el 13 por ciento de la votación respectivamente. Y en la segunda y apretadísima segunda vuelta, se impuso Castillo de Perú Libre por menos de 50 mil votos frente a Keiko Fujimori. Pero lo que muestran los análisis es que la gente no votó en segunda vuelta por Castillo o por Keiko, sino contra Castillo o contra Keiko. Los unos para que no ganara el otro y los otros, por lo contrario.
El extremo más absurdo y peligroso de la polarización de la política, unido en este caso a la dispersión de tantos candidatos sin ninguna posibilidad real que al final a lo único que contribuyó es a que dos candidatos minoritarios y con relativamente pocos votos pasaran a segunda vuelta, y los peruanos se vieran ante la disyuntiva de votar no por el que más les gusta o el menos peor, sino por uno que definitivamente no les gusta pero lo hacen para que el otro no salga. El triunfo del miedo sobre la esperanza.
Como están las cosas en Colombia, si las elecciones fueran hoy estaríamos en un escenario similar: polarización y muchos candidatos. Entre precandidatos y candidatos ya cantados, se cuentan más de 30. Y los que faltan.
El caso peruano tiene que llevar a una reflexión a estos ilustres colombianos, hombres y mujeres, que quieren ser presidentes de la república. Las alianzas y consultas populares antes de la primera vuelta presidencial deben imponerse sobre las aspiraciones individuales. Un objetivo deseable es que a la primera vuelta presidencial lleguen pocos y fuertes candidatos. ¿Cuántos? 3, 4 o 5 son suficientes. Eso asegura que mayorías robustas pasen a segunda vuelta y que nosotros los electores tengamos la posibilidad de votar por alguien y no contra alguien.
Para los que nos gusta el centro, una elección presidencial de primera vuelta con 10 o 15 candidatos, lo único que aseguraría es el triunfo de los extremos.
Pero lo más importante en este momento de dificultad y afugias para tantas familias por las consecuencias de la pandemia y el paro, es que la política se salga del debate entre izquierda y derecha, que no aporta nada relevante, y se centre sobre soluciones concretas.
La tarea que hay por delante es enorme y no necesitamos radicalismos ni egos exaltados, sino madurez y sensatez de los candidatos. Como dijo Juan Carlos Echeverry: “Estamos exhaustos de la peleadera entre políticos”.
Ricardo Santamaría
Consultor