El momento que vive Colombia es de transformación. Es una oportunidad para cambiar como país. Si el posconflicto tiene un riesgo, es el de que todo siga igual, que no nos transformemos profundamente a través del perdón, la prosperidad económica, el cambio social y las reformas institucionales.
El acuerdo de paz con las Farc es el banderazo para la construcción colectiva de esa paz. Y es con todos. Con los que apoyan y los que no apoyan los acuerdos. El tema va más allá. Hay momentos decisivos en los países en los cuales los dirigentes deben dejar de lado sus pasiones, egos y diferencias personales o políticas, para tener visión de futuro y ser capaces de entregar un legado de reconciliación y prosperidad a las nuevas generaciones. Les deben eso a sus compatriotas.
Es momento de abrir el corazón y deponer los odios, es momento de generosidad y sacrificio. De unirnos. De hacer alianzas público-privadas. De aprovechar la inversión y la cooperación internacional. De abrazar y respetar las diferencias y, en medio de esas diferencias, encontrar puntos de acuerdo para emprender grandes acciones colectivas, grandes proyectos de cambio y reformas.
Hoy, empresarios y dirigentes de toda índole tienen una oportunidad histórica para impulsar los sueños más ambiciosos que imaginen. Lo que pasa en estos momentos históricos, como el que vivimos, dado el fin de la confrontación interna entre el Estado y las Farc, es que se abren unos espacios que antes estaban cerrados. Se abre el espacio para crear nuevas políticas públicas en beneficio de las regiones y personas más pobres.
El espacio de hacer reformas y tomar acciones contra la corrupción. El espacio de perdonar, pasar la página y seguir adelante con nuestras vidas. El espacio para impulsar nuevos sectores de la economía como el ecoturismo, para invertir y reinvertir en empresas y nuevos emprendimientos sociales. El espacio para volcar de nuevo los ojos al campo, para sacarlo del olvido en que ha estado por décadas.
Mil espacios como estos se abren hoy en Colombia, para emprender cambios reales en nuestra economía, el Estado y las relaciones entre personas y sectores sociales de toda índole. Pero ese cambio no llega solo ni por arte de magia como producto de la firma de un acuerdo que le ponga fin al conflicto. Solo llega si actuamos. Si hacemos algo al respecto, desde el lugar donde estemos. Es un cambio que empieza en lo individual y se consolida en lo colectivo.
En realidad, el gran espacio que se abre hoy es uno para el florecimiento de un nuevo liderazgo. Los que se aferren a sus odios, a sus pasiones o a su pequeño mundo y poder temporal serán reemplazados por el liderazgo de la unión para emprender grandes iniciativas de país. En la base de la sociedad, donde se sufrió más duramente el conflicto, la gente no quiere revanchas, sino proyectos concretos para progresar. Al entender esto, podemos reorientar nuestras acciones.
En las grandes ciudades y en los estratos más altos es donde, al parecer, hay mayor resistencia a este cambio por la paz y la reconciliación. Hay miedo. Se entiende, pero es el gesto generoso y compasivo lo que se impone en este momento. Esperamos todos estar a la altura del momento histórico que vivimos. Que así sea.
Ricardo Santamaria
Director de Reconciliación Colombia
risasa1960@gmail.com
Es momento de deponer los odios
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