No es un debate semántico. Da lo mismo llamarlo de una forma u otra: Legalizar la droga, la marihuana y la coca, o reglamentar su producción y uso en Colombia. Hay que hacerlo por la razón más simple y poderosa que hay: para arrebatarles ese mercado a los narcotraficantes. Para impedir que las millonarias ganancias que produce este negocio ilegal siga financiando la violencia de cualquier denominación en Colombia.
El tema saltó de nuevo a la opinión pública porque hace pocos días el senador del Partido Verde, Iván Marulanda, respaldado por otros 20 congresistas, presentó un proyecto de ley que busca reglamentar y legalizar el mercado de la coca y la cocaína en Colombia. Es un proyecto innovador, interesante y razonable. Se basa en una medida práctica, viable y posible: Que el Gobierno colombiano compre el 100 por ciento de la cosecha de hoja de coca en el país y que sea el propio Estado el que determine su uso y destrucción.
Esto propone. Una parte para las comunidades indígenas como las de la Sierra Nevada de Santa Marta que desde siempre han convivido en su cultura y su diario vivir con la coca; Otra para fines medicinales; Una más para usos comerciales como el Té de coca que hoy se vende libremente en supermercados; Otra parte para entregársela en forma de cocaína a los consumidores a través del sistema de salud y, finalmente, destruir la mayor parte de esa cosecha que es la que queda luego de suplir la demanda en las categorías anteriormente expuestas.
Dice Marulanda, con cifras en la exposición de motivos, que esta compra de la cosecha de coca por parte del Estado colombiana es varias veces más barata que destruirla con glifosato o manualmente. Le creo. Es fácil comprobar las cifras.
La parte polémica del proyecto, es que el Estado produzca cocaína de alta pureza, como dice la iniciativa, y se la entregue a los consumidores. Afirma que son un poco más de 300 mil. Me imagino que habrá una reglamentación y una entrega controlada a través del sistema de salud y que los usuarios tendrán que inscribirse y participar en programas para combatir la adicción, como se hizo hace décadas en países europeos que legalizaron el uso de este tipo de drogas, pero esta parte del proyecto me parece riesgosa e innecesaria.
Entiendo su racionalidad, que es la legalización y reglamentación total del mercado de la coca y la cocaína y que si no se hace así, el mercado ilegal nunca se acabará. Pero aún eliminando esta medida, el proyecto de Marulanda sería un gran avance para Colombia.
Detrás de la violencia que hoy vive el país, especialmente las reciente y horribles masacres, está el narcotráfico. Son grupos ilegales que se está reacomodando territorialmente y lo hacen a través del terrorismo y el miedo.
Ya que internacionalmente hoy no hay espacio para esta discusión y medidas, por la posición dura de Trump de mantener la guerra contra las drogas y la total falta de liderazgo de la ONU en este frente, Colombia tiene que dar, por ahora, este paso en solitario.
Bienvenido el proyecto, el debate y que llegue la solución.
Ricardo Santamaría
Analista y escritor
risasa1960@gmail.com