En el año 2000 apareció un libro que estuvo entre los mas vendidos por la originalidad que en su momento le introdujo al análisis de algunos comportamientos sociales. El título en inglés del libro es The Tipping Point y su autor Malcolm Gladwell.
En esencia explica cambios en los comportamientos colectivos haciendo analogía a los fenómenos virales en el caso de las epidemias. Hace ya casi veinte años hablar de viralización era novedoso, hoy es un lugar común en este mundo de las redes sociales.
En su libro mostraba como con los actores adecuados para comunicar un mensaje, que él llamaba conectores, y en unas condiciones apropiadas (que llamó el poder del contexto), un mensaje que sea atractivo, aunque sea inicialmente planteado por unos pocos, puede difundirse de manera masiva y llegar a generar cambios significativos en grupos sociales amplios.
Pues bien, en un contexto en el que la ilusión de que ir hacia un mercado completamente libre iba a producir una asignación eficiente de los recursos que permitirían a las sociedades progresar, Occidente se está encontrando de bruces con una crisis del sistema democrático que viene perdiendo credibilidad y la falta de Estado, en muchos casos, ha llevado a que la economía de mercado no esté dando las respuestas que el ciudadano del común espera frente a sus necesidades.
Escepticismo frente a los gobernantes, ambiciones desmedidas de varios de ellos por perpetuarse en el poder, un abuso y manipulación de los medios tanto convencionales como digitales y una pérdida de sintonía con las necesidades de la gente explican en el fenómeno que estamos viviendo.
Lo decíamos hace un tiempo en esta columna, cómo fenómenos como el de los “Indignados” en España y Occupy Wall Street en 2011 le estaban mostrando a la gente un camino traumático pero efectivo para mostrar sus inconformidades. Pues bien, tarde como siempre, después de las manifestaciones de Hong Kong, los Chalecos Amarillos en Francia, los amigos y enemigos del Brexit, etc., la moda nos llegó a esta región.
Resulta muy preocupante, que la debilidad institucional en estos países lleve a que los gobiernos terminen arrodillados ante estas movilizaciones colectivas, que expresan su descontento pero no tienen fórmulas alternativas que permitan enfrentar los problemas.
Quizás el caso más dramático ha sido el de México, donde no fueron los ciudadanos los que derrotaron al gobierno, sino los narcotraficantes. No es menos preocupante que en Ecuador y Chile los gobiernos hayan tenido que echar para atrás las medidas sin que se vea claro que con esto se haya logrado calmar los ánimos.
En nuestro caso parecería que hay menos razones objetivas para protestar, como las de los estudiantes después de que se están dedicando los mayores recursos en la historia para este propósito.
La epidemia sin embargo se sigue esparciendo y por eso no se deben subestimar estas expresiones y es necesario, hasta donde sea posible, actuar de manera preventiva frente a ellas. De otra forma, la epidemia de las manifestaciones violentas, que ya ha tenido mostrado brotes en Colombia, terminará afectándonos seriamente.
Ricardo Villaveces Pardo
Consultor privado
rvillavecesp@gmail.com