Es insólito que una nación con tanta incidencia de lo rural, con un área muy extensa, con tanto potencial en lo agrícola, lo pecuario y en temas como los de la biodiversidad, desconozca de manera tan pronunciada lo que es la realidad de su sector rural.
Se piensa que nos volvimos un país urbano porque buena parte de la población vive en los cascos urbanos de los municipios. ¿Será que un habitante de La Unión, Nariño, o de Durania, en Norte de Santander, por solo mencionar un par de ejemplos, serán habitantes urbanos o rurales? Sobre esto puede haber mucha discusión teórica, pero cualquiera que visite poblaciones como estas difícilmente podrá negar el carácter rural de sus habitantes. Es cierto que el censo se va a centrar en el aspecto productivo de la economía rural lícita y quedarán todavía muchas respuestas por responder, pero, sin duda, aportará valiosos elementos para entender la compleja e importante ruralidad colombiana.
Las transformaciones para el habitante del campo son muchas por cuenta de diversos fenómenos, y si bien es cierto que hay información sobre algunos temas, hay mucho desconocimiento sobre otros. Sin duda, la violencia, el conflicto y la presencia de la economía ilícita en muchas zonas han tenido un impacto dramático, y temas como el desplazamiento y el despojo de tierras son realidades que, en buena hora, el país decidió enfrentar; empero, de otra parte, son muchos más los cambios que se vienen experimentando y que es necesario entender para poder aprovechar el gran potencial de las zonas rurales de Colombia.
Cuando se recorre el país, un hecho notorio es el cambio que, para la gente del campo, están introduciendo diferentes elementos del mundo moderno. De una parte, los celulares están generando transformaciones profundas en el campesinado. Difícilmente, se encuentra hoy algún colombiano sin acceso a un teléfono móvil, y eso está introduciendo modificaciones que se tendrán que estudiar para entender sus implicaciones. De igual manera, la presencia de las motocicletas ha cambiado el panorama de los pueblos, en los que ya no se ven las mulas, sino estos vehículos cuya presencia crece de manera acelerada y está abriendo a los campesinos un mar de posibilidades. Las antenas satelitales de televisión son más frecuentes, y los jóvenes en los pueblos tienen acceso al correo electrónico, las redes sociales y la navegación por Internet, por cuenta de los centros de conectividad y del alquiler de equipos, aprovechando los módems de celular que se ofrecen por todos lados. Los atuendos, la información y los hábitos son cada vez más ‘globalizados’, y esto va a tener consecuencias.
Unos efectos serán positivas y otros negativas. Lo importante es conocerlas, analizarlas y entender cómo es ese colombiano rural del siglo XXI, pues solo así será posible desarrollar acciones y políticas verdaderamente exitosas para reducir la pobreza y aprovechar las potencialidades del campo, factores estos esenciales para superar, de una vez por todas, la violencia, el atraso y el subdesarrollo del campo colombiano.
RICARDO VILLAVECES P.
CONSULTOR INTERNACIONAL
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