Se lee por estos días que los astros se han alineado para el café. Qué bueno son estas noticias positivas para un sector que ha tenido que atravesar tantas dificultades en los últimos tiempos.
En alguna medida deben ser los astros los que ayudan, pues el importante aumento de los precios internacionales o el repunte de la tasa de cambio dependen de factores ajenos a los productores colombianos.
Lo que se está observando en materia de producción, sin embargo, poco tiene que ver con los astros y sí mucho con el trabajo conjunto y focalizado que se ha venido adelantando.
La caída dramática de la producción que se vió desde finales de la pasada década fue el resultado de la ‘tormenta perfecta’ ocasionada por el envejecimiento de los cafetales, la caída de los precios, la inseguridad, el alto costo de los fertilizantes y, sobre todo, la vulnerabilidad en que había quedado el parque cafetero por su alta dependencia de variedades susceptibles a la roya, que en condiciones de ‘La Niña’ agravó la presencia del hongo en grandes áreas de café susceptibles.
Lo que se hizo fue un proceso sistemático y muy intenso de renovación de los cafetales y de sustitución de variedades susceptibles por variedades resistentes.
Cuando este cambio se da en un producto en el que el productor promedio tiene 1,6 hectáreas y en el que más del 97 por ciento tiene menos de 5 hectáreas dispersas a lo largo de toda la Colombia andina, desde la Sierra Nevada hasta Nariño, no es difícil entender la complejidad del reto.
Pues bien, el cambio se ha dado y hoy Colombia cuenta la caficultura más joven y tecnificada de su historia, con una dependencia cada vez menor de las variedades susceptibles, que comienza a dar sus frutos con cifras de producción como las registradas el año pasado y las que se comienzan a ver en el actual.
Que el cambio fuera posible, tiene una sola explicación: la existencia de instituciones que hacen viable la articulación y ejecución de las decisiones de política, y la disponibilidad de activos institucionales construidos a lo largo de muchos años que han permitido ir acumulando conocimiento y capacidad de ejecución.
Esto tiene que ver con la investigación y el haber podido disponer de variedades apropiadas, de haber aprovechado el conocimiento sobre los efectos del cambio climático, y desarrollar estrategias para adaptarse a estos nuevos escenarios, de contar con un elemento determinante en este proceso como es el Servicio de Extensión Rural Cafetero, que con más de 1.500 técnicos permite llegar a los lugares más recónditos para orientar los cambios y, obviamente, con una Federación que articula todos estos esfuerzos y hace viable la ejecución de importantes políticas gubernamentales como ha sido el crédito para la renovación de cafetales orientado a los muy pequeños productores.
Ahora que se habla de Misión Rural, de Pacto Agrario, de más recursos para el agro, y se hace evidente la necesidad de dar prioridad al campo, estudiar el caso cafetero con desprevención y aprovechar las grandes experiencias que ofrece, debería ser un tema obligado para todas estas iniciativas.
Ricardo Villaveces P.
Consultor privado
ricavip@gmail.com