No es fácil comprender lo que está ocurriendo en Estados Unidos, donde la polarización vuelve a adquirir niveles que no se veían desde los años sesenta, en las épocas de las luchas por los derechos civiles.
Hoy, los temas pueden ser diferentes, pero la radicalización adquiere características preocupantes que supondrían un retroceso y retorno a la intolerancia, que tantas veces ha agobiado a ese país.
La segregación racial, el macartismo y tantas otras expresiones que hacen dudar sobre cuál es el verdadero sentido que tiene para esa nación lo que tanto defienden como es la democracia.
En esta ocasión, los fundamentalistas del Tea Party han logrado manipular al Partido Republicano y sus obsesiones los han llevado no solo al cierre del Gobierno federal, sino que ya se avizoran nubes de tormenta en lo que tiene que ver con el límite de la deuda, decisión que deben tomar antes del 17 de octubre y que, de no lograrse un acuerdo, tendría serias repercusiones sobre la incipiente recuperación económica de Estados Unidos.
Un observador desprevenido podría pensar que la posición republicana obedece a un acto de responsabilidad para evitar que el Gobierno despilfarre los recursos federales. Pues bien, lo que buscan los republicanos es hacer fracasar –a cualquier costo– el programa bandera de la administración Obama en materia de salud, un programa que en cualquier otro país se vería como absolutamente prioritario.
Creer que hoy la cobertura de salud en Colombia es mucho más amplia que en Estados Unidos era algo impensable hace algún tiempo. Actualmente, con sus fallas y dificultades, son muy pocos los colombianos sin acceso al servicio de salud, situación de la que carecen más del 25 por ciento de los norteamericanos.
Situaciones como las anteriores deben hacer reflexionar a nuestros dirigentes para evitar que, como ocurre con frecuencia, nos lleguen tarde las modas y terminemos adoptando prácticas similares.
Desafortunadamente, hay muchos indicios de que se adoptan posiciones incomprensibles desde el punto de vista general para obtener réditos políticos o electorales de corto plazo. El ausentismo parlamentario para aprobar la ley reglamentaria de salud, o las alianzas entre dirigentes de tendencias completamente opuestas para apoyar los recientes paros agrarios, con todo el perjuicio que causaron a millones de personas, o la dificultad para asumir posiciones verdaderamente unificadas y de país frente a temas como el del fallo de la Corte de la Haya, son situaciones que hacen pensar si no se están traspasando algunos límites que terminarán llevándonos a situaciones de polarización similares a las que se viven hoy en Estados Unidos.
De modo alguno, se trata de defender el unanimismo o equilibrio ‘milimétrico’ del poder al estilo del Frente Nacional, pero sí es necesario que se reflexione y se actúe en consecuencia con la construcción de políticas de Estado que trasciendan los gobiernos, los partidos y los egos, y den al manejo de nuestras políticas públicas el alcance y estabilidad que se requiere para lograr resultados significativos, y para evitar la destrucción de valor que la intemperancia produce.
Ricardo Villaveces P.
Consultor privado
ricavip@gmail.com