Los más optimistas, como el suscrito, tendemos a ver ‘el vaso medio lleno’.
Colombia, a pesar de la caída de los precios del petróleo, ha podido mantener una tasa de crecimiento económico del 2 por ciento real anual; la inflación tiene una tendencia a la baja y las expectativas inflacionarias parecen estar bajo control, no obstante que incumplamos una vez más la meta anual fijada por la junta del Banco de la República; se viene dando un ajuste en el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, así se esté dando por la compresión de las importaciones y no por aumento de las exportaciones; estamos registrando una tasa de desempleo de un dígito, aunque siga siendo una de las más altas de América Latina; las autoridades económicas lograron la aprobación de la reforma tributaria, así esta haya sido diluida en el Congreso; las instituciones económicas del país son de las más solidas en la región; el manejo de la política económica, es uno de los más acertados, y se aprobó el Acuerdo de Paz con las Farc, así haya sido rechazado inicialmente en el plebiscito por la mayoría de votos de los del ‘No’, etc.
Otros amigos y compañeros, por el contrario, ven el ‘vaso medio desocupado’, y adelantan comparaciones de Colombia frente a otros países –basados en información del Foro Económico Mundial– que expresan e ilustran de la siguiente manera los bajos logros: Colombia es uno de los países con los más altos impuestos a las empresas en el mundo, con más altos niveles de corrupción, con peor infraestructura, con una de las burocracias más ineficientes y con uno de los sistemas tributarios más complejos.
Además, cuando se le compara con el conjunto de 140 países al que hace seguimiento dicho organismo, Colombia se encuentra entre los peores países del mundo, en términos de desvío de los recursos públicos, desconfianza en la clase política, falta de independencia de la justicia, favoritismo en las decisiones gubernamentales; con uno de los peores índices en el uso de los recursos públicos; regulaciones gubernamentales más complejas; uno de los sistemas legales de menor eficiencia para clarificar disputas; con los mayores costos a los negocios, a causa del terrorismo, del crimen y la violencia; con uno de los sectores privados con más bajo comportamiento ético por parte de las compañías; con uno de los mayores índices de crimen y violencia, y con los menores logros en materia de educación.
En fin, parece ser caso que ambas visiones, la del vaso medio lleno y medio desocupado, se estén dando simultáneamente. La más reciente encuesta de Yan Haas es muy ilustrativa del optimismo y pesimismo en materia económica de los colombianos.
Ante la pregunta ¿usted cree que en el momento actual la economía colombiana esta progresando, estancada o en retroceso?, se encuentra que los optimistas, o sea quienes pensamos que, a pesar de las vicisitudes del petróleo y de la economía mundial, estamos progresando, somos apenas el 10 por ciento de los colombianos, en tanto que quienes consideran que estamos estancados o en retroceso, corresponde al 90 por ciento del país.
El pesimismo sobre la economía, según dicha encuesta, es aún mayor que el pesimismo político medido, en términos de la gestión del Presidente y de sus ministros, o del pesimismo frente al Acuerdo de Paz.
Roberto Junguito
Exministro de Hacienda
roberto.junguito@gmail.com
columnista
Pesimismo a la colombiana
El pesimismo sobre la economía es aún mayor que el pesimismo político, medido, en términos
de la gestión del Presidente y de sus ministros.
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Roberto Junguito
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