Bomboná fue la última batalla de la Independencia en Colombia. Tuvo lugar hace 200 años; el 7 de abril de 1822. Fue también una cruenta e innecesaria acción bélica inspirada por ese inagotable afán de gloria del Libertador, en sus años de gran capitán. Bolívar se arriesgó a una campaña en adversa geografía por los desfiladeros de Pasto.
Buscaba llegar primero a Quito. Y pasó lo que tenía que pasar: tras sufrir centenares de bajas, quedó dueño del campo ante el repliegue táctico pastuso. De nada le sirvió, como no fuese para proclamar una victoria hueca. Imposibilitado para avanzar, emprendió la retirada y sufrió más pérdidas, asediado por las guerrillas realistas.
Con el correr de marzo, Bolívar estaba al tanto de la marcha hacía Quito de Antonio José de Sucre, a quien el mismo había enviado a Guayaquil por mar para comandar una fuerza internacional de veteranos colombianos, peruanos, argentinos, ingleses y guayaquileños, superior en número a la de su aislado oponente realista, Melchor de Aymerich. Y la única estrategia sensata del libertador era inmovilizar los efectivos de Basilio García en Pasto, para que no pudiera enviar refuerzos a Melchor Aymerich. Para ello le bastaba la amenaza de un ejército en Popayán, en clima y condiciones favorables.
Haber ido a buscar pelea hasta los desfiladeros fue un reto a las realidades de la guerra. Como el Libertador confesó: “Pasto era un sepulcro nato para nuestras tropas”.
Al conocer la victoria de Sucre el 24 de mayo en Pichincha, Basilio García propuso una “capitulación honorable” de las tropas españolas y las aguerridas milicias voluntarias de Pasto. El 8 de junio, Bolívar entró a una ciudad que no había sido vencida. Al día siguiente escribió a Santander: “Tenga Usted entendido que mi intimación fue la que produjo el efecto. … Por lo mismo no quiero que atribuyan a Sucre el suceso de mi capitulación: … bastante gloria le queda… y me parece que será muy oportuno que se haga un preámbulo en la Gaceta de nuestras glorias respectivas. Sucre tenía mayor número de tropas que yo, y menor número de enemigos; el país de él era muy favorable …, y nosotros, por el contrario, estábamos en el infierno lidiando con demonios. La victoria de Bomboná es mucho más bella que la de Pichincha”. ¡Ah, la gloria! No cedía ni una brizna.
El 16 de junio ingresaron a Quito los triunfadores de Bomboná y Pichincha por calles engalanadas y en medio de ensordecedoras aclamaciones. Serán tres las coronas de laurel: la artificial de broche de diamante con la que coronan a Bolívar, y que él, generoso, coloca en las sienes de Sucre, el ínclito héroe de la campaña del Sur; la de laurel natural que le ciñen en remplazo; y la que cambiaría el curso de la historia: la que le arroja durante el desfile Manuelita Sáenz desde un balcón. Nace de la admiración romántica por Bomboná y hará su alegría el resto de sus días. ¡Ah, la gloria!
Rodolfo Segovia
Exministro e historiador