El capitalismo es el mejor, aunque tardío, invento del homo sapiens para multiplicar los bienes y servicios disponibles a la humanidad. Quizá por tardío no es perfecto. Le hace falta albores. Uno de ellos es la institucionalidad para asegurar la competencia, sin la que el capitalismo es instrumento de tiranía. Sería catastrófico, sin embargo, que por sus defectos se prescindiera del método que mejor amaestra millones de años de instinto de conservación (egoísmo), y que incluye la cooperación para la supervivencia.
En el capitalismo las utilidades son el indicador del éxito. Demuestran que el consumidor está recibiendo los bienes y servicios que desea al precio que está dispuesto a pagar, y que el capitalista lanza al mercado por encima de su propio costo de producción: utilidades. Al mismo tiempo, estas ofenden, y se culpa al capitalismo de que favorezcan a quien inventa y arriesga, porque desigualan.
El quid está en como repartir las utilidades, fuentes de desigualdad, sin desestimular al capitalista, sin el cual no las habría. Una solución que se esboza es el capitalismo blando.
Según Friedman, el único propósito del capitalismo es generar utilidades para el accionistas. Desde hace ya algún tiempo, y aún antes, se han buscado maneras para suavizarlo: mejores condiciones y servicios para los empleados, fundaciones de beneficencia, atención al medio ambiente, etc.
No es suficiente. Se dice que como se le ha conocido hasta ahora, el capitalismo está muerto. Se quiere que los gestos sean realmente significativos para alinear utilidades con responsabilidad social, aún por parte de las empresas pequeñas. La credibilidad del capitalismo está en juego y no solo por desvaríos de políticos de izquierda.
La primera reacción del capital ha sido acercarse a las comunidades donde se tiene presencia, y eso está bien, pero solo parcialmente. El statu quo no va. Lo que se está comenzando a exigir es un cambio de enfoque, que comienza en casa. Empieza por adoptar, ampliado, el modelo alemán de representación de los empleados en los consejos directivos, yendo hasta, por ejemplo, la mitad. Y, más profundo, el desmonte de los oligopolios y el abstenerse de ser cómplices de la corrupción o, peor aún, de incitarla.
Esas son algunas sugerencias, aparte de otras mas drásticas como estrangular el leitmotiv del capitalismo con impuestos del 90% a la riqueza. También drástica es la sugerencia de que la empresa privada se involucre, excepto por los bordes, en responsabilidades que corresponden al Estado, en Colombia, por ejemplo, el afianzamiento de la paz.
Demasiadas tareas distraen del oficio: el hacer bien lo que se hace en el negocio: las sillas tienen que quedar perfectas y a buen precio. El capitalismo tiene mucho que aprender y poner en práctica para que su talento en multiplicar bienes y servicios sea totalmente aceptado en sociedad sin envidias.
Don Sancho Jimeno combinaba muy bien sus obligaciones en la defensa de la ciudad con sus actividades capitalistas en las haciendas que explotaba. Por eso fue héroe contra los franceses en 1697. Las expectativas de manifestantes y ciudadanos son hoy mas ambiciosas en todo el mundo. Corresponde al capitalismo blando satisfacerlas. La ventana se está cerrando.
Rodolfo Segovia
Exministro - Historiador.
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