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Rodolfo Segovia S.
Columnista

Al rojo vivo

La Serie Mundial de béisbol entre los Cachorros de Chicago y los Indios de Cleveland está al rojo vivo. 

Rodolfo Segovia S.
POR:
Rodolfo Segovia S.

béisbol entre los Cachorros de Chicago y los Indios de Cleveland está al rojo vivo. Y no es cualquier serie: compiten dos perennes perdedores, que llevan sumados 176 años sin ganarla (los Cachorros desde 1908). Más aún, ambos solo la han coronado dos veces en toda su historia: Cleveland en 1920 y 1948, y Chicago en 1907 y 1908.

Los Cachorros no han tenido ni siquiera la oportunidad de salir victoriosos desde 1945. Ese año los derrotaron por octava vez en participaciones desde 1908. Eso huele a maldición, como la del Bambino que los Medias Rojas se sacudieron, después de 86 años sin ganar en el 2004. ¿Será que le toca a los Cachorros, de quien dicen que los saló un chivo con asiento pagado que sacaron del estadio por oler feo?

Wrigley Field, el parque de los Cachorros, fue construido en 1914 y es el segundo más antiguo de las Grandes Ligas. Debe su nombre a la familia de los chicles que fue propietaria del club por 60 años. El cavernoso interior de su estructura de acero parece una caldera abandonada, pero el campo en sí, con su barda de ladrillo cubierta de hiedra, es encantador.

A los hinchas, acostumbrados a perder, poco parece importarles el béisbol y mucho la cerveza, que consumen en cantidades prodigiosas. Eso debe cambiar a partir de hoy –sin abandonar la cerveza– cuando lleguen esperanzados a enterrar 108 años de frustración. Es como haber esperado dos vidas. Por allá perdido en las azoteas con graderías de edificios vecinos, desde donde se pueden gozar los partidos con la consabida beer, un afiche que se remonta a los tiempos del imperio romano reza: Eamus Catuli ¡Vamos Cachorros!

Los Indios de Cleveland no están tan lejos en materia de espera: su última victoria en una Serie Mundial fue 1948, apenas 68 años. Han tenido empero, oportunidades más recientes. La última, en 1997, se prolongó hasta episodios extra del séptimo y definitivo partido. Cayeron víctimas del Niño de Barranquilla, Edgar Rentería, que tenía 21 años.

Nadie que haya visto en televisión el lento roletazo por encima de la segunda base a centímetros de guantes extendidos a punto de atraparlo puede olvidarlo. Ese hit en el undécimo episodio empujó la carrera de la victoria de los Marlins de Miami y dejó, como se dice, a los Indios manilla en mano. Todavía rumian la derrota en una ciudad que, hasta cuando el año pasado los Cavaliers ganaran el título de la NBA, llevaba más de medio siglo sin conocer un triunfo.

La conexión barranquillera se complementa con Terry Francona, el manager de Indios. Su padre, Tito Francona, un muy recordado toletero, también de los Indios, jugó pelota de invierno en 1952 en la costa Caribe. Se volaba la cerca del Tomás Arrieta y del Once Noviembre con frecuencia. Terry es un reputado manager, como lo es su contendor Joe Madden, quien condujo un equipo sin tradición, los Tampa Bay Rays, a disputar la Serie Mundial del 2008. Francona, sin embargo, será recordado siempre por haber llevado los Medias Rojas al título después de 86 años de sequía. Hoy, renuevan en Chicago la Serie (1-1), dos tradiciones centenarias y hambrientas. ¡Play ball!

Don Sancho Jimeno, nativo de Fuenterrabía y el héroe de Cartagena en 1697, la sonaba con bates de pino en su nativa Vizcaya. Jugaba series anuales contra los vecinos franceses de Hendaya, vascos ellos también, al otro lado del río Bildasoa. En esos años de decadencia, España perdía seguido. Las cosas han ido cambiando.

Rodolfo Segovia
Exministro - Historiador
rsegovia@sillar.com.co

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