SÁBADO, 02 DE DICIEMBRE DE 2023

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Rodolfo Segovia S.

Para que no cunda el caos

Liderazgo aplicado a erradicar cuellos de botella ampliaría el plazo para que la vialidad se recuper

Rodolfo Segovia S.
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Rodolfo Segovia S.

Samuelito optó por la solución heroica. Ha decretado la remoción del 40% de los vehículos capitalinos en días hábiles para que no cunda el caos. Cínicos sostienen que es una medida de reactivación económica inspirada por las ensambladoras: muchos van a empeñar hasta las antiparras de la abuela para adquirir el segundo carrito. Don Sancho Jimeno, que juró someterse al retiro forzoso después de resistir ante los franceses en 1697, deshizo planes. Conserva la vieja jaca para tirar de su calesa. Había considerado ponerla a pastar en premio por leales servicios.

Ni modo. Años de retraso vial, consecuencia de hipótesis equivocadas sobre la significación social del vehículo particular, se vinieron encima. El carro es símbolo y realidad libertaria, en Colombia y en el resto del mundo. La autoestima está ligada a ser dueño de un automóvil. Prédicas para convertirlo en instrumento del mal no encuentran eco. Por lo mismo, ha sido erróneo concentrar tantos recursos para resolver la paralización del tránsito en mejoras del trasporte colectivo.

Ahora bien, los bogotanos y su administración pública lidian a palos con la vida motorizada. Quizá en Calcuta y en el Cairo haya chóferes más mal educados e indiferentes al bien común que en la capital colombiana. De sus pláticas con viajeros de los Galeones que han recorrido el orbe Don Sancho deduce que no; en Bogotá están los peores. Modificar cultura ciudadana en cuatro ruedas toma tiempo y requiere estrategias de zanahoria y manduco desde lo alto. Hay campo, además, para la revolución de las pequeñas cosas.

Dos ejemplos ilustran nimiedades reproducibles en toda la ciudad. En la calle 94 con Séptima campea un semáforo peatonal para tres gatos que embotella tanto el intenso tráfico de la carrera como el que desemboca de la Circunvalar. Santo remedio con un baratísimo paso elevado inspirado en la cercanía Seminario.
Tomó meses repavimentar la calle 106 entre la Séptima y la Novena; quedó muy aseadita. Son dos carriles de ambos lados del separador, pero uno de ellos se angosta bruscamente en la esquina de la Novena. ¡Pasa apenas un vehículo! Más aún, no existe retorno en dirección a los cerros, ni siquiera en la Séptima, donde por supuesto está prohibida la vuelta en U. Con la Brigada tan cerca el fusilamiento emblemático de planificadores sentaría un precedente.

Pero el peor enemigo de la movilidad es el trágico sino del espacio común, del que se abusa por ser de todos; quien no se lo apaña es un tonto que lo cede a los demás. Cualquier congestionada intersección de calles bogotanas ilustra la cooptación de lo público. ¡Ay de quien dé paso!. La ofensa ameritaría 24 horas de cárcel inconmutable.

La calle es amplia y propia. Todo constructor que se respete la parcela con cintas amarillas para su uso exclusivo. El chofer de bus en la guerra del centavo la secuestra deteniéndose en inconcebibles ángulos donde le viene en gana. Nunca es suficientemente ancha para los escoltas. El milagro de encender luces intermitentes legitima estacionamientos de eterna provisionalidad.

La lista es interminable. A don Sancho no le alcanzarían los mástiles de la flotas de Indias para colgar infractores. Liderazgo aplicado a erradicar cuellos de botella ampliaría el plazo para que la vialidad se recupere y quizá hasta para disminuir la severidad del Pico y Placa.

rsegovia@axesat.com

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