Este año difícilmente se llegará a 25 pozos exploratorios de petróleo. Eso no se veía desde 1994-1996, cuando se hincaron apenas 13 pozos anuales.
Y sigue siendo cierto que el que no busca no encuentra. No se encontraba entonces y no se encontrará ahora. ¿La razón de la disminución en taladros activos? Los bajos precios de petróleo y un entorno que desestimula la exploración.
Sobre el precio del crudo, Colombia no se puede hacer otra cosa que armarse de paciencia mientras se equilibra la oferta y la demanda.
Los fundamentos del precio evolucionan favorablemente, pero hay que esperar.
La demanda en particular es, contra muchos pronósticos, elástica al precio. En las últimas semanas ha crecido al fenomenal ritmo del 7 % anual.
Lo del entorno sí está al alcance de la gestión pública. Es de aplaudir el esfuerzo de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) para estimular, entre otras variables, la exploración costa afuera.
Esa, sin embargo, es una riesgosa apuesta a largo plazo, mientras que el declinar de las reservas de crudo es una amenaza clara y presente.
Sin ellas, el millón de barriles al día de producción es insostenible.
Cuando los precios eran altos, se aceptaban, a regañadientes, las barreras que fueron apilando interpretaciones cuestionables de la Constitución de 1991.
Obstáculos que han ido alargando a más de seis años el plazo entre un contrato con la ANH y un pozo exploratorio. La paciencia se agotaba; el desplome de los precios ha sido el golpe final.
Las apetencias de las comunidades en las consultas, mimadas a tutela limpia y flaqueza del Ministerio del Interior, retrasan desde los primeros pasos.
La geología de superficie y la sísmica son interferidos con excusas banales y sometidos a chantajes.
A duras penas se libra la aerofotografía porque no toca tierra.
Es frecuente, además, que la industria del petróleo se tropiece con medidas de fuerza: paros, incendios, atentados, secuestros.
¿Y el Estado? Ausente por negligencia o por fallos judiciales que lo inhiben.
Los mayores contratiempos surgen de la incompetencia de los rectores del medio ambiente.
Se amparan en interpretaciones de la Constitución Ecológica Nacional para entrabar hasta el absurdo las licencias ambientales.
Las largísimas demoras son inexplicables. No ayuda el que en esa rama del poder público tiendan a refugiarse, agazapados, enemigos ideológicos de cualquier operación extractiva.
Para estimular la gallinita que puso huevos de oro se requiere acción urgente, antes de que desfallezca por inanición.
En vez de eso, inoportunamente le enrostramos impuestos, con el peor sentido de oportunidad.
La industria es en especial sensible, por sus inversiones en costosos activos fijos, a las modalidades tributarias colombianas.
Los capitales han salido a buscar horizontes más acogedores, en México por ejemplo.
Cualquiera puede constatarlo al examinar la vertiginosa caída de la inversión extranjera en hidrocarburos.
Don Sancho Jimeno, el héroe de Cartagena en 1697, queda boquiabierto ante tanta mentecatez.
Rodolfo Segovia
Exministro - Historiador
rsegovia@axesat.com