El expresidente Álvaro Uribe es un astuto comunicador político colombiano. Por eso se deben analizar sus mensajes y su discurso y tratar de entender y explicar sus alcances. Por ejemplo, él se dio cuenta de que la paz es imbatible y que perseverar en su posición original de oponerse a un tratado de paz lo conduciría inexorablemente a la derrota. Por ello dio un volantín de 180 grados y salió con un nuevo mensaje: está a favor de la paz, y si admiten las condiciones que él propone estaría a favor del acuerdo, si se cumplen sus condiciones, sabiendo que es inadmisible lo que pide. Es la fórmula que le permite hacer campaña a favor del NO sin perder de vista que la gente está a favor de la paz.
En un análisis comparativo de sus posiciones y las de Santos, que publicó el diario El Tiempo, el domingo pasado, Uribe aparece diciendo que votar NO “es iluminar el camino del progresos social a través de la seguridad”. Pide que los máximos líderes de la guerrilla paguen cárcel, y que no sean elegibles para cargos públicos, o como candidatos en elecciones. Se opone a que los militares se beneficien del trato favorable que prevé para ellos la justicia especial para la paz. Esto le sirve para atraer adeptos, pero, en resumen, lo que ofrece es seguridad “democrática” de ahora en adelante: los guerrilleros en el monte, él persiguiéndolos como comandante en jefe, y el Centro Democrático haciéndole barra. No es un futuro halagador para la mayoría. Es una visión personal de alguien que no concibe que hay una solución si él no la lidera.
Los que no han sufrido en carne propia los horrores del conflicto interno, que son los que están menos dispuestos a perdonar, e insisten en derrotar y castigar a los alzados en armas, o los que tradicionalmente han tenido acceso prioritario a privilegios y se han llevado la mejor parte de la torta, le temen a que un acuerdo de paz traerá consigo cambios en la sociedad colombiana que se han pospuesto, una y otra vez, pero que son necesarios para que sea más incluyente, equitativa y humana. Este futuro no les llama la atención a los que hasta hace poco decían, con exceso de complacencia, que “Colombia es el mejor vividero del mundo”. Por temor a perder sus privilegios se oponen al acceso de las clases populares a las oportunidades, servicios y medios de producción en condiciones de igualdad, y a los demás aspectos del cambio social.
Votar SÍ en el plebiscito es comenzar a construir un país mejor. Va a ser la ocasión y el motivo para luchar por lo que se quiere cambiar, para organizarse y ejercer mayor control sobre el destino de comunidades, familias e individuos, y sobre la aplicación de los recursos del Estado. Votar SÍ es detener el éxodo de desplazados hacia las ciudades, apostarle a un futuro para los niños, respeto de sus vidas y las de los demás, seguridad en los barrios o veredas, medidas contundentes contra la violencia criminal organizada y justicia efectiva para desterrar a los criminales y la corrupción. Es hacer valer el derecho de los jóvenes a educarse y a un buen empleo. Es aspirar a un mayor acceso e inclusión de la ciudadanía marginada. Es revivir la esperanza y la confianza de la población. Es extender el control del Estado a toda la República.
Rudolf Hommes R.
Exministro de Hacienda
rhommesr@hotmail.com
columna
Jugando al SÍ y al NO
Votar SÍ en el plebiscito es comenzar a construir un país mejor. Va a ser la ocasión y el motivo para luchar por lo que se quiere cambiar.
POR:
Rudolf Hommes Rodríguez
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