Esta semana continúa la discusión de la reforma tributaria y surgen varias inquietudes en esta etapa. Una de ellas es, por qué los gremios no quieren que se haga una reforma tributaria de verdad, sino que se tape el hueco fiscal o la parte que se ha revelado de él y nos sujeten en cada uno de los años siguientes a ‘reformitas’ tributarias anuales, que traen consigo un alto nivel permanente de incertidumbre y generan un elevado gasto anual para comprar la voluntad de los legisladores. Una de las razones por las que se está presionando a favor de las ‘reformitas’ puede ser porque el Congreso parece dispuesto a mantener vivos los impuestos al patrimonio y a los movimientos financieros durante cuatro años más.
Pero no quieren que se discutían alternativas. Si el Congreso decide que estos dos impuestos se conservan otro periodo, el año entrante va a ser igual la discusión. Y si resuelve mantenerlos por otros cuatro años, alguien va a demandar esta norma con el argumento de que el Legislativo solo está autorizado por un año para proceder de forma acelerada como lo está haciendo y no por cuatro. Se corre, entonces, el riesgo de volver al mismo sitio en el 2015. En conclusión, no parece serio lo que se está cocinando ni lo que piden los gremios, que, además ,no se ocupan de aspectos como la no deducibilidad de intereses y otros costos financieros.
Juan Camilo Restrepo preguntó el jueves en Hora 20, si el hueco fiscal es del orden de 12 billones de pesos o si va a ser considerablemente mayor y el Gobierno ya está viendo cómo se brinca la regla fiscal. Esta regla no sirve, porque el Gobierno debe mantener abiertas sus opciones y conservar sus grados de libertad. Pero dado que los ministros de Hacienda conservadores se empeñaron en imponerla, no deben pasársela por la faja, no solo para conservar la opción de presumir que son ‘los mejores’, sino porque no es serio ni responsable hacerlo, menos en las condiciones actuales de la economía mundial. Quizás esta semana, el congreso los presione para que digan la verdad y entonces se desmonten de la posibilidad de hacer una reformita tributaria.
Algo que también tiene que ver con la seriedad del Gobierno es la idea de cambiarle de nombre al impuesto de patrimonio para no cumplir con los contratos de mantenimiento de las condiciones tributarias que firmaron otros de los ‘mejores’ durante las administraciones de Uribe (I y II). Si hacen eso y se vuelan la regla fiscal, nadie va a volver a creer en el Gobierno colombiano. Ese tipo de contratos no conviene, por las mismas razones que no sirve esa regla, pero no es sano que habiéndose comprometido a mantener las reglas, el Gobierno opte por hacer evidente que no tiene palabra.
El fantasma del impuesto a los dividendos, que anda rondando por el Capitolio con el libro de Picketty, tampoco ha sido objeto de un análisis estricto. Ese gravamen no tiene la misma eficacia de recaudo de los impuestos al patrimonio y es fácilmente eludible. No corregiría la baja tributación de los colombianos que obtienen los mayores ingresos y tienen tasas efectivas de tributación sobre esos ingresos que son inferiores al promedio y una fracción de las tarifas nominales.
Rudolf Hommes R.
Exministro de Hacienda
rhommesr@hotmail.com