En comparación con el pasado, es evidente que la discusión de la política económica se ha desvanecido. Esto es preocupante porque el Gobierno no cuenta con retroalimentación, y como no tiene que defender lo que hace, procede con exceso de confianza sin reparar en consecuencias o considerar alternativas. No se sabe si esto se debe a que desde el Gobierno han manejado las cosas para que todos lo que opinan queden ‘adentro’. Los gremios están presididos por exfuncionarios de este Gobierno. Fedesarrollo ya parece estar en camino de volverse el vocero de la Dian. No hay, como en el pasado, aspirantes con deseos de hacerse oír o de destacarse por su contribución a la discusión, y tampoco al Gobierno le interesa provocarla.
El problema es que son muchos los temas que no reciben suficiente atención. El principal, la caída de casi un punto de la tasa esperada de crecimiento del PIB, no ha despertado inquietudes ni la necesidad de presentar opciones para disminuir o amortiguar el golpe. Una de ellas es acelerar la inversión pública y privada en infraestructura, en sistemas masivos de transporte como el metro de Bogotá, en vivienda prioritaria y para otros estratos. Estos proyectos generan crecimiento económico e ingresos fiscales adicionales y por esta razón no deberían estar limitados por la regla fiscal.
Precisamente, entre las cosas que no se han discutido es el artículo de Luis Fernando Andrade, de la ANI, en El Tiempo del 16 de febrero, en el que argumenta que la inversión en infraestructura es como una máquina de movimiento perpetuo porque “viene con el pan debajo del brazo” y le devuelve al país buena parte de lo que invierte en impuestos adicionales, y en crecimiento económico otro tanto. Andrade, quizás se quedó corto en su cálculo de beneficios. Aun, si no es así, se debería expandir la inversión en vivienda, que genera beneficios similares a los de la infraestructura y es la que más rápidamente reacciona.También convendría acelerar la primera fase del metro en Bogotá hasta la Calle 50.
Otra posibilidad sería adaptar la política petrolera al gran cambio temporal en las condiciones de rentabilidad de nuevos campos ofrecidos para exploración, que trajo consigo la caída vertical de los precios del petróleo. Lo único que se propone por ahí es que les suban los impuestos a los productores, lo que en las actuales condiciones es contraindicado.
Aparentemente, durante la discusión del Plan de Desarrollo, el ministro de Minas hizo algunas propuestas de cambio, pero Hacienda no las dejó progresar por razones fiscales, y el asunto murió, a pesar de que hay opciones para hacer temporalmente más atractiva la nueva exploración sin afectar los ingresos actuales del Estado.
La acelerada devaluación les ha creado oportunidades inéditas a muchas industrias para abrir nuevos mercados de exportación o proveer bienes intermedios y de consumo localmente. Hace falta que la Andi, los grandes almacenes, los bancos, las universidades y el Gobierno cooperen para generar apoyo tecnológico, comercial y financiero para aprovechar esta oportunidad y convertirla en una plataforma de crecimiento de la industria, de la economía y de la productividad (Continúa).
Rudolf Hommes R.
Exministro de Hacienda
rhommesr@hotmail.com