Hace unas semanas, me pidió el redactor de Banca y Economía, una publicación de la revista Semana, que le respondiera unas preguntas sobre el campo colombiano, y estas mismas se las hizo a Aurelio Suárez, militante del Polo y fundador de la Asociación Nacional por la Salvación del Campo. No tuve conocimiento de esto último hasta que recibí la versión final de la entrevista. Me pareció bien no haber sabido que la intención del periodista era enfrentar los dos conjuntos de respuestas, pues así logra capturar desprevenidamente lo que cada cual piensa.
A los dos nos preguntaron: ¿qué modelo debe implementar el Gobierno para desarrollar el campo colombiano? La respuesta de Suárez fue que se debería fomentar la economía campesina, que es la predominante en el país y mucho más productiva.
Coincidimos en que los pequeños productores agrícolas son muy productivos, que son los más predominantes y que las políticas públicas para el fomento agrícola deben orientarse a favorecerlos preferencialmente: acceso a la tierra, al crédito y a la tecnología, extensión agropecuaria y asistencia en comercialización de los productos. Pero contesté, que al tiempo que se fomenta y se favorece la producción campesina, se debe desmontar la UAF para inducir mayor inversión de capital y tecnología en el campo. En esta etapa de la entrevista, Suárez no hizo mención de este problema. Pero, luego, en respuesta a otra pregunta, afirma categóricamente que “reformar o abolir la UAF sería legalizar una contrarreforma agraria... que dejaría a muchos habientes del campo sin acceso a tierras”.
Otra pregunta fue si pensamos que el modelo de desarrollo agroindustrial del campo y el de economía campesina son mutuamente excluyentes. Yo creo que no lo son, y así lo dije: “ambas opciones son compatibles. Donde hay más campesinos, como en Cundinamarca y Nariño, es necesario crear un banco de tierras para arrendárselas a ellos y fortalecer este tipo de economía, pero en sitios como la Altillanura, donde hay más tierras que campesinos, se debería pensar en agroindustria... en grandes extensiones de tierra”. Suárez cree que si se les da a los grandes inversionistas acceso a esas extensiones se le arrebata esa tierra a los campesinos. No contempla la posibilidad de que hay suficiente tierra para los dos, y que dejar que los grandes acumulen tierra donde no hay campesinos puede ser compatible con incrementar el acceso a la tierra donde los hay.
Debo aclarar que el énfasis que hago en que los pequeños productores tengan acceso a tierra arrendada no es porque me opongo a que se les transfiera tierra en propiedad, sino porque creo que es más fácil mejorar el acceso vía arriendo, y porque Leibovich y sus colegas encontraron que es mayor la productividad de los campesinos en tierra arrendada.
Lo interesante de la comparación de las dos posiciones en la entrevista es que es posible tender un puente y encontrar una visión de compromiso, si se abandonan de parte y parte posiciones ideológicas y/o el deseo de imponer un punto de vista. Me gustaría conocer qué opina Suárez del intento fallido de la Dian de establecer una licencia previa para impedir la importación de productos agroindustriales.
Rudolf Hommes R.
Exministro de Hacienda
rhommesr@hotmail.com