En la edición del 2 de octubre de El Tiempo, Yamid Amat entrevista a la alcaldesa de Bogotá, quien cita una conversación en la que el ministro de Justicia menciona una propuesta referente a la separación en las cárceles, que hace curso en el Congreso de la República. La Alcaldesa distingue dos tipos de lugares: los penales restaurativos para quienes fueron encontrados culpables de un delito menor, cometido sin utilizar armas, y las cárceles más duras, como La Picota.
El desafío de resolver el problema de hacinamiento en las cárceles es inmenso. Aún más ahora, que se prevee un aumento en el número de prisioneros como efecto del ‘Acuerdo de Paz Total’. Como consecuencia de las precarias condiciones, en las cárceles abundan los casos de depresión crónica, asalto sexual, violencia y suicidios.
Dentro de los lineamientos para prevenir la reincidencia desde un modelo de atención pospenitenciaria y posregreso publicados por Min Justicia, no existe ninguna medición que revele la tasa de reincidentes. El Inpec es la única institución que cuenta con reportes sobre el número total de reincidentes y el porcentaje de internados que no son reincidentes.
Es importante dimensionar el problema pues hay, por ejemplo, un contraste enorme entre las tasas de reincidencia de los Estados Unidos (76,6%) que son de las más altas del mundo y las de Noruega (20%) que están entre las más bajas. A pesar de que las comparaciones no son verificables pues cada país tiene un método distinto para medirlas, es importante que Colombia defina una metodología que permita equiparar con otros países los resultados reales del encarcelamiento a los criminales.
Noruega enfatiza la rehabilitación y no el castigo. Considera que encarcelar a los criminales con un concepto de ‘revancha’ necesariamente tiene como consecuencia un alto nivel de reincidencia. Por esto han construido un modelo que fomenta el cambio de comportamiento a través de la construcción de competencias para el preso, que le permitan reintegrase a la sociedad con una mejor educación, preparándose para lograr una fuente de sustento de forma independiente. La discriminación hacia aquellos que han sido juzgados, a pesar de haber pagado una pena en la cárcel, hace aún más importante que el expresidiario pueda convertirse, con el apoyo del Estado, en un pequeño emprendedor.
La inversión que se haga para financiar los programas de educación y de apoyo posegreso tiene un nivel de retorno altísimo, pues el costo de mantener la población carcelaria no es despreciable. Esto, sin contar el daño a la sociedad causado por el reincidente. Colombia podría ganar muchísimo haciendo un convenio de cooperación con Noruega para desarrollar un mejor modelo de manejo carcelario, aprovechando la coyuntura que da la distinción de las cárceles. Seria procedente por esto que el Congreso, en la reglamentación de la creación de los dos regímenes distintos de encarcelamiento, prevea la inversión necesaria para que este cambio tenga como consecuencia una disminución en la tasa de criminalidad.
Salomon Kassin
Banquero de inversión.