Para mí la resiliencia es no dejar que los contratiempos te detengan. Es aprender de tus fracasos y errores y literalmente levantarte después de que te derrumban. Implica perseverancia, tenacidad, coraje y determinación, a pesar de las dificultades.
Colombia, por cualquiera de las acepciones del término, se puede considerar una nación resiliente.
Haber sobrevivido a momentos como la Violencia, el terrorismo de los Narcos, las crisis financieras y los desastres naturales en los últimos setenta años (y con anterioridad, evidentemente) y tener para mostrar un país en el que, en lo económico, su clase media es más numerosa que el número de pobres, es un logro irrefutable.
Esto no contradice el hecho de que en lo social hay un camino muy largo por recorrer hasta alcanzar una sociedad incluyente, pacífica, que reflexione en conjunto sobre el pasado y se comprometa a no repetirlo.
El país está sujeto a pasar un test a su capacidad de utilizar esa resiliencia de una vez por todas para construir la sociedad que se describe anteriormente.
Esa fortaleza fundamental, esa capacidad de levantarse después de que te derrumban, no se puede interpretar como evidencia de estabilidad. Pensar eso sería un ejemplo de delusión o, mejor puesto, un engaño.
La coyuntura que se le presenta al país es crítica. Hay la necesidad de iniciar una transformación a un nuevo orden jurídico. Se logró un Acuerdo de Desarme que, si bien es un requisito indispensable, es solo el inicio del camino a la paz. No fue perfecto, pero sí impactante. Sería un retroceso imperdonable no darle la oportunidad de ser el catalizador de lograr una mejor convivencia para los colombianos.
El país se tendrá que adentrar en la búsqueda de todas esas fuerzas que en el pasado lo han caracterizado como resiliente. Los obstáculos que hoy tiene la institucionalidad, que son un peligro para poder vislumbrar un horizonte estable dentro de un régimen democrático, pueden ser rebasados y superados solo si se encuentra una manera en que los hoy enfrentados puedan construir convivencia.
La fuerza o la fragilidad de esta sociedad está siendo puesta una vez más a una prueba de fuego. Esto marcará el futuro de las próximas generaciones. El fracaso o triunfo en la lucha por restituir un Estado de derecho con las garantías que da un poder judicial y legislativo independiente e íntegro requiere que las dependencias administrativas del Estado estén ausentes de corrupción y tengan una presencia efectiva en las regiones.
Necesariamente, lo anterior debe ir acompañado de una sociedad civil con un sentimiento de responsabilidad por lo colectivo (que desafortunadamente ha estado ausente del país en los últimos años), que internalice el hecho de que Colombia es hoy un estado resiliente pero muy, muy frágil.
Tengo la firme esperanza de que Colombia, a diferencia del pasado, donde superó las crisis pero no enfrentó la base de los problemas, en esta ocasión lo hará.
Este optimismo, que no es generalizado, me hace pensar que hay la oportunidad de que Colombia pueda vislumbrar o aspirar a un futuro promisorio.
Salomón Kassin Tesone
Banquero de inversión
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