Un tratado de libre comercio es un acuerdo entre dos países que se firma entre los gobiernos y debe ser ratificado por los respectivos Congresos, para estimular el comercio y las inversiones gracias a la baja de aranceles. Desde el ángulo colombiano se negoció como una adhesión donde inicialmente actuaron los grandes empresarios, luego se amplió a unos medianos y nunca participaron ni los pequeños empresarios ni los trabajadores (como sí ocurrió en el caso de Chile). Puede pensarse que la opinión pública colombiana está dividida al conocer los debatibles resultados de la experiencia mexicana, con crecimiento del PIB sobre 2 por ciento.
El debate eterno entre el librecambismo o el proteccionismo como clave de la política económica lo viene ganando desde los años 90 el libre mercado, pero la historia no es lineal puesto que el peligro de receso mundial y el poder de los sindicatos demócratas pueden traer grandes cambios futuros. Adicionalmente, es razonable pensar que las perspectivas recesivas solo podrán superarse cuando llegue un nuevo Gobierno a Estados Unidos y se empiece a implementar un plan serio y creíble de recuperación, aproximadamente dentro de un año.
Mientras tanto, Colombia se ha venido preparando para el impacto del TLC que equivaldría a una segunda apertura, teniendo en cuenta que:
* En los últimos tres años se trató el tema con cobertura mediática y cierta supervisión política de los gremios, los sindicatos y los partidos.
* Contamos con las mayores reservas económicas de la historia: a marzo de 2008, 21'841.600 millones de dólares, se empieza a encontrar petróleo y tenemos tradición agroalimentaria.
* Algo se está haciendo en infraestructura (a pesar de estar más orientada a las importaciones) en puertos, aeropuertos y vías.
* Los temas claves de productividad (incremento del resultado final por el aporte de una unidad de factor productivo adicional) y competitividad (reducción del costo final) se han debatido y empieza cierta conciencia constructiva nacional.
Sin embargo, hay muchos factores en contra:
* El dólar está muy devaluado, al precio real de hace 10 años, mientras la deuda externa no se ha reducido en proporción significativa.
* En asociatividad empresarial hemos avanzado muy poco y aún prima la desconfianza tradicional.
* La creatividad del colombiano sigue siendo intermitente y desorganizada.
* El país tiene baja capacidad de negociación y continúan primando la improvisación y el aislamiento (la crisis con Venezuela, Ecuador y Nicaragua).
En ese contexto, el aplazamiento del TLC puede aún ser muy positivo para el país si se aprovecha y profundiza la preparación para competir en los mercados mundiales a través del fortalecimiento de la madurez independiente y el ejercicio del liderazgo desde nuestra esquina norte de Sur América. Para tal efecto, es necesario explotar nuestras ventajas comparativas y/o competitivas, apoyándose en las estrategias y tácticas deducidas de la visión prospectiva y darle la debida importancia a la ignorada demanda interna, pues es urgente recordar que es la alternativa a la restricción a las exportaciones.
¿Y el TLC... ?
POR:
Santiago Araoz-Fraser
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