Las cifras del Dane indican que el déficit comercial, la diferencia entre las exportaciones y las importaciones de bienes, llegó en los primeros siete meses del año a US$5.454 millones. Un promedio de US$780 millones por mes, y con tendencia a incrementarse. Y el roto más grande se encuentra en la relación comercial con China, que es responsable por US$3.514 millones de la anterior cifra.
No hay que extrañarse: gran cantidad de los productos provenientes del gigante asiático ingresa a Colombia en condiciones de dumping, una práctica desleal de comercio que no es suficientemente castigada por nuestras autoridades y, por eso, los chinos buscan acomodarse en Colombia, donde pronto adquirirán a una buena parte de la industria nacional a precios de quema, luego de haberla debilitado y asfixiado con sus productos.
Pero el tema del comercio de bienes no es el único que pronto produciría una crisis cambiaria de enormes proporciones. Como la gente está distraída viendo el reencauche de Beto Reyes y a unos imitadores de grandes cantantes, no se dan cuenta de que nuestro sector externo está tan deteriorado, que difícilmente podrá salvarse sin una cirugía profunda y dolorosa.
La balanza en cuenta corriente, que incluye, además de la comercial, los resultados netos de los servicios (como transporte, turismo, telecomunicaciones y servicios financieros), las rentas (lo que pagamos y recibimos por remuneración al capital y al trabajo) y las transferencias netas (el ingreso de las divisas de los colombianos sirviendo en restaurantes y barriendo en Estados Unidos y Europa, además del pitufeo del narcotráfico legalizado con el tal acuerdo), fue deficitaria en a la friolera de US$13.751 millones, entre julio de 2018 y junio de 2019.
La buena noticia es que en junio de 2015 había llegado dicho déficit anual a US$21.223, pero Santos y Cárdenas hábilmente lo callaron, porque nos tenían muy distraídos con lo del posible fin de la que llamaban la guerra. Algo se ha recuperado, especialmente por lo de las transferencias y el negocio de la “mandarina” (mandan harina y traen dólares).
Las transferencias merecen especial atención por dos temas: hay muchos colombianos en el exterior enviando dinero a sus familias en Colombia, pero mucho de ello seguramente es blanqueo a través pequeñas operaciones en oficinas de giro, casas de cambio o, incluso, a través de los agentes cambiarios del sistema financiero. Pero es tal la importancia de este ingreso para evitar un mayor hueco en las cuentas externas, que no hay quien se atreva a investigarlo, porque se podría aguar la fiesta.
Y el otro tema es que ya hay casi dos millones de venezolanos en Colombia haciendo domicilios y vendiendo accesorios de celulares, para enviar remesas a los suyos en el refugio del ELN, las Farc y todo el crimen organizado. Pronto la balanza de transferencias puede voltearse y, ese día, ya no habrá salvación. Estaremos los colombianos viendo cómo las divisas que deberían servir para las importaciones y el servicio de la deuda externa, se van al vecino país a paliar las necesidades de millones sometidos al hambre por la pandilla que los somete.
Va siendo hora de que el sector de comercio exterior empiece a despachar.
Sergio Calderón Acevedo
Economista