El debate de la crueldad animal en Colombia se ha reducido al ámbito de las corridas de toros, y ha suscitado un radicalismo parecido al del tema político criollo. Es claro que los opositores de la llamada ‘fiesta brava’ son muchísimos más que sus partidarios, lo cual representa otro parecido con la realidad política del país.
Sin embargo, la oposición a las corridas tiene dos bandos con intereses completamente contrarios: los ‘animalistas’, que quieren evitar el sufrimiento de los animales, y que son mayoría, protestan pacíficamente, y buscan que el espectáculo sea prohibido por ley. Los otros, violentos y enmascarados, lo que buscan es lastimar al Alcalde de Bogotá, como si tuviera algo que ver, azuzados por su líder espiritual y financiero, un exalcalde con pretensiones de precipitar al país a una crisis como la de nuestra querida y sufrida Venezuela. El tema del sufrimiento de los toros los tiene sin cuidado alguno.
Ambos bandos, después de la protesta, luego se retiran a sus hogares, o van a los restaurantes y piden allí carnes de los más diversos cortes y procedencias, o van simplemente al asadero de pollos a satisfacer su hambre física. Pero allí nadie cuestiona el trato dado a los animales, cuya carne ingieren. Desde que sea razonable el precio del plato y bueno su sabor, el tema de la crianza, el mantenimiento y, sobre todo, el sacrificio de dichos animales, es irrelevante. Tampoco lo es si recibieron hormonas, si les fueron inyectados antibióticos, si los mataron con banderillas, estocadas, martillos o puñales.
El bienestar de los animales de crianza colectiva, especialmente los cerdos y las aves, ha adquirido una importancia enorme en países de la Unión Europea, sobre todo los germanos y los nórdicos. Allí los consumidores son consecuentes con sus convicciones, y gastan su dinero acorde con ellas. Saben que el costo incremental de mejorar la calidad de vida de los animales debe ser asumido en la factura de sus alimentos, y están más que dispuestos a hacerlo, si saben que al animal le dieron mejores alimentos, sufrió menor hacinamiento, recibió medicinas más naturales o si fue sacrificado en condiciones sin crueldad.
La iniciativa ‘Tierwohl’ (bienestar animal) en Alemania ha adquirido una gran dinámica y es apoyada directamente por el gobierno federal, a través del Ministerio de Agricultura y Nutrición. El titular de la cartera, Christian Schmidt, presentó en la Grüne Woche (‘semana verde’, la feria agrícola más grande del mundo), en Berlín, los criterios del programa y del futuro sello que llevaran los productos que cumplan con los estándares que dan una vida más digna a las aves y cerdos en ese país.
Algunos criterios importantes son: monitoreo de antibióticos, ambientes confortables en los establos, uso de heno y aserrín seco en los suelos, menor densidad, bebederos a campo abierto, un número garantizado de horas de luz de día, más pienso y fibra, capacitación continuada a los criadores, y muchas más.
Y el comercio también ha entendido que le conviene el programa, por lo cual las diez principales cadenas de supermercados en Alemania aportan al programa seis centavos de euro por cada kilo de carne vendido.
En Colombia, estamos en mora de mejorar el trato a los animales de criadero y las prácticas de su crianza y sacrificio. El Invima y otras instancias del gobierno deben intervenir para sancionar a los que no respeten su bienestar.
Sergio Calderón Acevedo
Economista
sercalder@gmail.com
Bienestar animal
El debate de la crueldad animal se ha reducido al ámbito de las corridas de toros. En el país, estamos en mora de mejorar el trato a los animales.
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