Quería continuar con el análisis de los gastos del presupuesto general, pero la paliza infligida a Trump merece un breve desvío. Sí, paliza, porque eso es haber perdido por más de 4 millones de votos y por casi 80 asientos del colegio electoral. Además de la probabilidad de producir un empate en el senado, y mayoría en la cámara de representantes. Con ello, queda amarrado el mandato de Joseph Robinette Biden Jr., el carismático ganador, y de Kamala Harris, flamante vicepresidente.
Lo que viene es un cambio radical de estilo y de políticas en el manejo del país más rico del mundo. Quienes temen un socialismo, como el de los populistas dictadores latinoamericanos, pecan en materia grave porque no saben nada de Estados Unidos, de su historia ni de su tradición. Es más lo que tenemos que aprender de ellos que lo que pretendemos enseñarles. El presidente electo Biden sabe que su primera tarea es reconciliar a un país radicalizado, apaciguar los ánimos, y lograr consensos, especialmente en el manejo de la crisis sanitaria y en la recuperación de la economía desbarajustada por culpa del abyecto saliente presidente.
En el campo económico debe el nuevo gobierno proponer una reforma tributaria que logre estabilizar el presupuesto federal, que sufre un déficit histórico porque la reducción de impuestos que se regaló a sí mismo Trump solo sirvió para que los beneficios fluyeran al mercado especulativo de valores. Esto enriqueció más a los ricos y exacerbó la desigualdad, pues no fue creado un solo empleo y se deterioró a la clase media, la misma que lo tumbó en los grandes centros urbanos. Es que ni siquiera sus vecinos en Manhattan votaron por Trump, donde Biden ganó con más de 85%. Tampoco sus funcionarios: en DC la muenda fue 95%.
Seguramente se dará reversa a la guerra comercial, reconociendo que el libre comercio trae más bienestar y crecimiento, que el absurdo intento proteccionista de querer producir todo localmente, con la mano de obra más costosa del mundo, después de la europea. Y con ello, se volverá a dar protagonismo a la OMC, herida gravemente por la soberbia naranja.
La multilateralidad, no solo en la OMC, regresará. Hasta el señor Claver-Carone, flamante y despectivo presidente del BID, deberá entender que ahora es otro el representante de su país que se sentará en el consejo del Banco. Y esperemos que la OMS, la ONU, la OTAN, y toda la institucionalidad global recupere el respeto y la cooperación de su mayor aportante.
Y lo mejor, es que el mundo tendrá una nueva oportunidad de detener el cambio climático, pues se enterrará al negacionismo y se trabajará por reversar la destrucción. Si el narco colombiano está contando con que los demócratas serán más suaves con ellos, se engañan. La destrucción ambiental que provocan será duramente combatida. Biden los conoce, pues fue promotor del Plan Colombia, y sabe que ellos son el mayor problema para la seguridad y la sostenibilidad de las democracias al sur de sus fronteras. A Colombia le conviene mucho este aire fresco.
Sergio Calderón A.
Economista