A pocas cuadras del Bundestag (parlamento alemán), en pleno centro de Berlín, se halla la sede de la Asociación Federal de Contribuyentes de Impuestos. La fachada de su moderno edificio está dominada por un tablero electrónico y dinámico que va mostrando, en tiempo real, la cifra que el Estado alemán debe, por cualquier concepto, a nacionales y extranjeros por el fondeo de sus faltantes para cubrir el gasto del gobierno central (Bund), los entes regionales (Länder) y los municipios (Gemeinde). En algún punto del segundo trimestre del 2016, dicho tablero alcanzó su máximo histórico: dos billones de euros, es decir cinco veces el PIB colombiano. Para ponerlo en plata blanca, unos 89 millones de pesos por cada habitante de la República Federal Alemana.
Desde entonces, la cifra viene descendiendo a un ritmo de 78 euros (unos 280.000 pesos) por segundo. Es decir, 1.000 millones de pesos diarios. No hay hoy en el mundo país que esté desmontando así su deuda pública, y menos al ritmo de los alemanes.
Semejante logro tiene dos responsables directos: la supercanciller Angela Merkel y su poderosísimo exministro de Hacienda (2009-2016) Wolfgang Schäuble, quien ocupa desde el 2017 la presidencia del Parlamento. Schäuble es un abogado de 75 años, quien además fue ministro del Interior en dos ocasiones, la primera de ellas en el gobierno reunificador de Helmut Kohl y la segunda en el primer cuatrienio de Merkel. Sin formación en economía y finanzas, sino en leyes, lo que permitió a Schäuble regentar las finanzas con gran éxito es su férrea autoridad. En plena crisis del euro, los ministros de Finanzas de la zona temblaban con su sola presencia, y fue su imposición de austeridad lo que logró la estabilidad y fortaleza de las economías del grupo de los 19.
La economía alemana es hoy el motor de Europa, con la menor tasa de desempleo de los grandes países y la mayor dinámica exportadora. La principal razón de todo esto es la austeridad impuesta por Schäuble a las finanzas de la Federación, y la concertación con los entes regionales, pues en manos de ellos está la mitad del gasto público, a través de ingresos propios, pero más que todo de las transferencias. Y el control del recaudo y la estricta penalización de la evasión.
Entre el 2010 y el 2016, sin ninguna reforma tributaria, los ingresos tributarios aumentaron de 531 millardos de euros a 706 millardos de euros: 5 por ciento anual sin crear impuestos, sin subir tasas, sin cambiar las reglas de juego, como es común en el actual régimen colombiano. Alemania promedia un superávit de 26 millardos de euros al año.
En el mismo periodo, la planta de personal fue reducida de 530 mil a 489 mil, incluidos 179 mil en las Fuerzas Armadas. Todo el gobierno alemán ocupa menos gente que la planta del Ministerio de Defensa en Colombia. Y el gasto del gobierno federal pasó de 341 millardos de euros a 363 millardos de euros, un crecimiento de apenas 1 por ciento al año.
Quien quiera imitar el éxito de la economía alemana, debe seguir el ejemplo de austeridad. Y Juan Manuel Santos debe leer más sobre Wolfgang Schäuble antes de seguir diciendo que el suyo es el mejor Ministro de Hacienda del mundo.
Sergio Calderón Acevedo
Economista
sercalder@gmail.com