La economía colombiana es el paciente más afectado por la pandemia. Rebajó enormemente de peso, y la peor parte la están llevando sus órganos más vitales: la minería, la manufactura, la construcción y el comercio.
Aún le queda algo en el banco, por lo que sus actividades financieras siguen creciendo, aunque a una cuarta de la velocidad con que lo hacía antes de un irrelevante suceso en un mercado de animales exóticos, al otro lado del mundo.
Su deterioro comenzó a principios de marzo, cuando empezamos a ver los estragos que producía el virus en Asia y en Europa. Al primer estornudo, el país se apresuró a cerrar las fronteras, a dejar los aviones en tierra y a aplicar un aislamiento nunca visto en la historia colombiana.
El problema es que las medidas agravaron los síntomas, porque cientos de miles perdieron el empleo en pocos días, y muchísimos negocios cerraron definitivamente por la inviabilidad financiera.
Justo a tiempo, los enfermeros del gobierno entubaron al moribundo y le inyectaron primas, subsidios, mercados y hasta le regalaron electricidad, gas y agua. Incluso les dieron permiso a los bancos de no provisionar el incumplimiento de pagos, para evitar que la parálisis del flujo de caja también los llevara a causales de capitalización, por el que sería un indetenible deterioro de la calidad de la cartera, en todas sus modalidades. Aún peor al que llevó a la quiebra del sistema de ahorro y vivienda en 1998.
Luego de casi cinco meses de coma inducido, el paciente no muestra síntomas de mejoría, y acusa más síntomas de debilidad. Como dicen siempre los médicos sin explicar el significado de la frasecita: “la economía está en estado crítico estable y con pronóstico reservado”.
Este paciente debe ser sacado de su soponcio lo más pronto posible, aunque su niñera esté obsesionada con que necesita más reposo. Ya el enfermo acusa atrofia en los músculos y pronto no le funcionará ni la memoria.
Será difícil ponerlo a andar de nuevo y eso no lo logrará ni con un pretendido Plan Marshall. A propósito, la niñera debería leer más porque no sabe que el aludido plan, el original, fue para reconstruir un continente, con el bolsillo de un tercer país, y este implicaba un revolcón hasta en la institucionalidad de los países beneficiarios. No, endeudar a Bogotá en billones de pesos no la convertirá en Berlín, sino que la dejará con una cuenta que empeñará el futuro de la ciudad.
La salud ya tuvo su hora. El gobierno nacional y las administraciones departamentales y municipales ya tuvieron casi medio año para construir las defensas del sistema. El cierre indefinido del transporte aéreo y terrestre, de los almacenes, restaurantes y hoteles, no evitará muertes. O si no, la cuarentena nunca terminaría porque la delincuencia mata más que el tal virus.
Prolongar más la apertura no garantiza que el virus se vaya, pero sí que la economía quede estructuralmente averiada, como el paciente de obesidad que tuvo un tratamiento tan exitoso, que al final quedó pesando 50 kilos..... con cajón y todo.
Sergio Calderón Acevedo
Economista
sercalder@gmail.com