Los activistas, como Greta Thunberg, y los manifestantes violentos, como Dilan, están protestando en el lugar equivocado. Y por increíble que parezca, tienen muchísimas causas comunes. La primera está desvelada por el cambio climático y la inacción de los políticos. Los segundos, con razón o sin ella, porque aumenta la desigualdad y no consiguen empleo.
¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro? Empecemos por la protesta “social” en Colombia. Es cierto que ha aumentado la concentración del ingreso en nuestro país y que hay desigualdad. Pero el producto del crecimiento no está quedando todo en los pocos bolsillos ya conocidos. La mayor parte está siendo captado por la economía mafiosa: el narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión, los secuestros, los atracos.
Fue revelado la semana pasada que el narcotráfico es más grande que la economía cafetera. Mal contados, $20 billones deja la coca, gracias al tal acuerdo y a la falta de una cúpula militar idónea. Ellos, los generales, se quedaron con la segunda tajada más grande del presupuesto y con mullidos cantones, pero no tienen indicadores de gestión y cualquier esfuerzo es señalado por los conspiradores del Congreso como supuestos falsos positivos.
También vimos el primero de quién sabe cuántos narcosubmarinos, capturado en España y construido en algún lugar depredado de Surinam, Guyana o Venezuela.
Mientras tanto, los coqueros y los usurpadores de tierras siguen quemando bosques, contaminando aguas y envenenando la tierra con químicos más mortales que el inocuo glifosato. Y nuestros magistrados siguen ignorando que la coca sí mata, mientras la mafia se toma el país, actuando como los obispos que se reunieron en Constantinopla a discutir el sexo de los ángeles, mientras los otomanos destruían el imperio bizantino.
También supimos que la fiebre del oro, al igual que la de la coca, está arrasando reservas forestales. Y que el metal, extraído con los más letales venenos, circula libremente y es fácilmente lavado por las compras oficiales o porque son transados en criptomonedas, que escapan a cualquier control. Y así desaparecen la agricultura, la minería controlada, la industria manufacturera, la construcción y la economía legal, las que producen empleos, bienestar y reducen la pobreza.
No es en Madrid ni en la calle 19 de Bogotá donde deben protestar Greta y los Dilans. Los que están destruyendo al mundo, al medioambiente, a la economía sostenible y a los empleos productivos son los narcos, que están lejos de los micrófonos y las crónicas del periodismo basura, lejos de las redes sociales, lejos de donde supuestamente son generados estos problemas. Greta debe tomar su katamarán, cruzar el Atlántico y navegar los ríos del Cauca, de Nariño y de las selvas colombianas. Y los Dilans, ir al Senado y pedir a sus aliados que medien con los narcos. Varios han tenido contactos con ellos y lo siguen haciendo.
Les pueden pedir que dejen de matar a líderes sociales y ambientalistas. Que dejen de desmontar la selva para sembrar veneno y destrucción, y robar tierras que son de todos. Que dejen de envenenar las aguas, mucho más que lo que supuestamente hace el fracking. Que dejen vivir en paz, o que se vayan a su paraíso chavista.
Sergio Calderón Acevedo
Economista
sercalder@gmail.com