En nuestro entorno y cultura, siempre hay intelectuales con iniciativa que creen, sinceramente, que la solución de cualquier problema se encuentra en la creación de más instituciones, en más redes burocráticas. Sugieren, además, dictar más normas, reforzar el laberinto legal que sirve para ocupar a los miles de abogados que cada año escupen a la calle las centenares de ‘facultades’ y escuelas de Derecho que hay en Colombia.
Basta ver cómo en los últimos años aparecieron tres nuevos ministerios, producto de escisiones de entidades que venían manejando de manera relativamente eficiente los temas que pasaron a las nuevas carteras. También fueron creadas más de 40 entidades en el sector central, con propósitos seguramente loables, pero con resultados abiertamente cuestionables. Dos ejemplos: la Agencia Nacional de Contratación Pública o la Unidad Nacional de Protección.
La primera fue creada en el 2011 para facilitar la gestión de las compras públicas, haciéndolas más transparentes y eficientes. Seguramente será esta la razón por la cual ahora hay tamales de 30 millones de pesos, y a los niños de las escuelas se les dan pechugas de pollo de 40 mil. Hay que creerle a la entidad, cuando manifiesta en su portal público, que “no se trata de gastar menos, se trata de gastar bien”.
La UNP, una caja negra que es propietaria de miles de camionetas que no solo parquean, como se dice ahora, “donde les da la gana”, sino que están llenas de muchachos bien armados, alimentados (no hay raquitismo en sus filas) y vestidos. Ganan en promedio más de dos millones de pesos al mes, y ahora son acompañados por antiguos narcos, secuestradores y francotiradores. Ni se le ocurra mirar feo a uno de sus “usted no sabe quién soy yo”. Puede salir lastimado. Esta UNP tiene un presupuesto de medio billón de pesos, y será aumentado en los próximos días. Se supone que protegen a los que ya no necesitan protección, porque también estarán protegiendo a los que antes atentaban contra la vida de los que ocupan las otras camionetas.
Pero volvamos al tema. En días recientes, propuso el columnista Mauricio Cabrera, en este mismo diario, la creación del Ministerio de Industria. Como en casi todos los temas que presentamos en esta página, disiento con el ilustre economista. Doctor Cabrera, no es necesario escindir el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Es evidente que la entidad puede recuperar el sector.
El problema no es la falta de institucionalidad. El problema es la falta de política de Estado y, sobretodo, de ministros idóneos para el cargo. Los titulares de los últimos siete años y medio no han sido los adecuados: un director de partido preocupado por su imagen; un gerente de campaña dedicado a cuidar la espalda de su jefe; una administradora preocupada por sacar adelante un Conpes para una autopista; una novata que solo sabe de mercadeo; y una superministra que ahora está encargada del supuesto posconflicto, y no de la reactivación de la industria. Como quien dice, el problema no es la flecha, son las indias.
Sugiero que un grupo de economistas, entre ellos Mauricio Cabrera, presente un plan maestro de competitividad e industrialización que sirva de hoja de ruta al nuevo gobierno.